Un nuevo enemigo
Esta vez los defensores de la gran reserva cultural de Occidente se han apresurado a combatir, antes de darle tiempo para introducirse en el territorio patrio, a un nuevo enemigo: el deconstructivismo. ¡Santiago y cierra España! Cuatro anotaciones marginales al artículo de Vargas Llosa Posmodernismo y frivolidad.
1. Toda crítica deconstructiva es un homenaje al autor analizado, un diálogo con sus textos en el que la escritura constituye una polifonía de voces vivas.
2. Es una frivolidad achacar al deconstructivismo ciertos problemas, como el de la existencia de un público no especializado. Este mal social afecta no sólo a la crítica literaria, sino también a la música contemporánea, y a la pintura abstracta y a la física cuántica... y a gran parte de la literatura de este siglo. (Afortunadamente, Vargas Llosa está fuera de tal peligro: mis felicitaciones por su Premio Planeta).
3. Lástima que la crítica deconstructiva le haga perder su valioso tiempo a Vargas Llosa. A mí me divierte (en el sentido lúdico y en el etimológico) sobremanera y me reconcilia con la crítica en general, después de haber padecido la aridez de los análisis crítico-literarios más tradicionales que imperan en las universidades españolas.
4. Defender que el gran valor de la literatura es introducir "ciertos desordenamientos formales en el cuerpo lingüístico" (cosa que escandaliza a Vargas Llosa) implica una valoración del poder de la literatura como instrumento de relación con la realidad: si no somos más que nuestro lenguaje, si nuestra escritura es nuestra concepción del mundo, agitar nuestro lenguaje es también agitar nuestra conciencia. Si el resultado no es conceptual o estéticamente tan diáfano o tan inteligible como algunos esperaban, será porque la realidad, esta realidad nuestra, tampoco lo es.-
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