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Gitanos en la cuneta

Si ser gitano tampoco es fácil en Europa del este, donde hay más de tres millones, ahora lo es menos que nunca en la República checa. A la aplastante discriminación que padecen hay que añadir la violencia, en algunos casos con muertos, desatada contra los romaníes, como algunos gitanos prefieren ser llamados, por cabezas rapadas que campan a sus anchas."El régimen político checo no garantiza la integridad física de los gitanos", asegura en su casa de Praga la ex diputada Klara Vesela, una de las pocas mujeres checas casada con un gitano, Ivan Vesely. Vesela, que como abogada defiende habitualmente a romaníes, señala que en su país viven más de 400.000 gitanos, el doble de lo recogido por las estadísticas, y acusa al Gobierno de racismo activo y pasivo.

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El pasivo por permitir impunemente la violencia pronazi. El activo, dice, se manifiesta a través de la legislación. "La ley sobre ciudadanía checa es sutil, está tan bien hilvanada que cumple los requisitos de la, Unión Europea sobre las minorías, por ejemplo, pero a su vez produce efectos racistas". Al final los gitanos acaban viviendo en guetos, se les prohibe el acceso a lugares públicos (los jóvenes no pueden entrar a las discotecas) y los niños terminan en escuelas para "alumnos problemáticos". Según Iván Vesely, que estudia Sociología, es absolutamente excepcional la asistencia de un niño gitano a un instituto. En la Universidad Carolina de Praga se sabe de tres alumnos de raza gitana.

Chanov, junto a la ciudad minera de Most, al noroeste de Praga: mil quinientos gitanos esperan estos días ser expulsados de los apartamentos prefabricados que habitan. Los romaníes que viven allí, con un 70% de paro y en una situación que califican de "Bosnia checa", no pueden pagar las rentas exigidas por el Ayuntamiento. El alcalde de Chanov dice que las expulsiones son necesarias para proteger los bienes ciudadanos; la medida no es racista, asegura, puesto que se aplica a todo el que no paga.

Milan Grundza, uno de los afectados, explica los antecedentes de la situación: "Las cosas empezaron a ir mal cuando el. Partido Comunista, en los años 80, trasladó hasta aquí forzosamente, como mano de obra, a los gitanos desde Eslovaquia... La gente que vino no tenía experiencia con casas modernas y las destrozó. Los no gitanos se marcharon pronto del barrio y la conclusión es que ya nadie hace el menor esfuerzo por mantener aquí el orden".

"El Gobierno checo quiere que los gitanos declaren serlo, pero ellos muchas veces no lo hacen porque tienen pésimas experiencias históricas -recuerde Hitler- y temen que la información pueda ser utilizada en su contra", explica Klara Vesela. Decenas de miles carecen de nacionalidad. "Para un gitano es muy dificil conseguir trabajo y al final, ellos se dedican a picar piedra o a la albañilería, y ellas se quedan en casa o ejercen de asistentas".

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"Sólo en la prostitución las gitanas, muy solicitadas, pueden competir con las checas", añade. "En los últimos 40 años ha habido aquí una gran ruptura de los vínculos familiares, en Eslovaquia sigue estando muy mal vista una gitana puta".

La ex diputada del Foro Cívico, que ve en el presidente Vaclav Havel el único dique contra la institucionalización del racismo, señala el doble rasero vigente: "un pequeño delito, sin consecuencias para un checo, significa la cárcel para un gitano. Y el. nuevo código penal establece que. quienes no tengan la ciudadanía pueden ser expulsados del país por determinados delitos".

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