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Reportaje:

Pendientes de un granito

Los escaladores son tipos que han de bregar todo el día con fuerzas primigenias -el sol, la roca, la gravedad- y es lógico que no intelectualicen demasiado sus conquistas. Cuando someten una montaña por una vía nueva bautizan esta última como se les antoje: "Me dolió el pito mientras duró", "Aunque caiga mierda del cielo", "Quién dice miedo habiendo hospitales"..., títulos que -nos gusten o no- figurarán por los siglos de los siglos en las guías de este deporte. Ingresar en esta secta elemental es ya de por sí una aventura antropológica. Huelgan los Alpes o el Himalaya. Para iniciarse, basta con la Pedriza.Desde que Casiano del Prado coronó el Yelmo por el norte, en 1864, y lo contó, los montañeros se percataron del potencial de este desbarajuste pétreo para la práctica de la escalada. A lo largo del siglo XX se abren y se equipan (para los profanos: se instalan seguros metálicos en) cientos de vías: sólo el Yelmo registra 76; y el risco del Pájaro, 35. A principios de los ochenta, se descubre la goma cocida y lo que un individuo calzado con pies de gato es capaz de trepar. Ríanse de Spiderman...

De momento, los escaladores noveles no los van a necesitar. Convocados a primera hora del sábado bajo las placas del Halcón, un monitor los instruye en la práctica de los nudos -el ocho, la gaza...- y en llamar a las cosas por su nombre: a las anillas, mosq¿etones; al arnés, budriel; y a la cuerda, misteriosamente, cuerda.Lisa como una tabla

Las escalerillas, que tampoco se denominan así, sino estribos, demuestran más tarde su utilidad en una pared lisa como tabla de planchar, que los aprendices encaran con notoria desazón. El gran enigma de la mañana se resuelve como sigue: se cuelga una escalerilla (perdón, estribo) del primer seguro fijado en la roca, se asciende por sus peldaños, se cuelga otro estribo del seguro más arriba, se vuelve a ascender... A esto se lo conoce como escalada artificial, pero para el novato es simplemente ¡prueba superada!

Tras el bocata de mediodía toca sesión de escalada libre. Ahora no hay estribos que valgan, y sí, en cambio, pies de gato -se recomienda un número pequeño- con los que tantear la superficie de los canchos en busca de garbanzos, como en la jerga de la actividad se designa a los minúsculos salientes. Gracias a Dios, que fue un geólogo previsor, el granito depara enorme adherencia. Y gracias a los monitores, que son como ángeles custodios, se puede pegar el pire -o sea, perder pie- con la seguridad de que la cuerda que lo une a la cima se tensará antes de que el infarto prospere. Con esto y con un rappel de guinda, hasta el domingo a las ocho.

La primera jornada, comparada con lo que les aguarda hoy a los principiantes, es lo que una voltereta de colegial a un triple mortal sin red sobre la jaula de los leones. Porque ahora se trata de gatear hasta lo más alto por las placas del Halcón: cerca de 150 metros de peñas (tres largos de cuerda) con un aspecto tan escurridizo como una catedral gótica de jabón. Aprovechando el asidero que proporcionan las grietas de la vía Arco y la de Vallecas, la ascensión se consuma en tres horas, el tiempo justo para alcanzar la última reunión -que así se llaman los emplazamientos en los que se asegura la cuerda- con el sol bien alto.

Desde una repisa en la que a duras penas cabe una nalga, se divisa el Alcornocal y, por encima, el embalse de Santillana; enfrente, junto al camino del Tranco, despunta la ermita de Peña Sacra; y a mano derecha, la cara del Indio se perfila sobre el granito cual mascarón de proa. Aunque, las mismas cosas pueden contemplarse desde un punto de vista distinto. Por ejemplo, desde la terraza del Rincón del Pirata, al atardecer, con una cerveza en la mano.

Escuela de altura

Dónde. La puerta de la Pedriza es Manzanares el Real, que queda a 53 kilómetros de Madrid y tiene acceso por la C-607. Autobuses de Hermanos J. Colmenarejo (teléfono 50 73 42). Las placas del Halcón miran hacia el cámping que hay junto a la carretera del Tranco.Cuándo. Hay cursillos -bajo petición- todos los fines de semana en verano hace demasiado calor.

Quién. La Escuela de Montaña La Pedriza (Artajona, 47, sótano A; teléfonos 853 97 63 y 450 62 35) es la responsable de que cada vez más urbanitas se suban a las paredes de granito demás de cursos de iniciación, propone fines de semana de escalada para los iniciados. Preguntar por Raúl, Miguel o El Yeti.

Cuánto. El precio de la actividad es de 12.000 pesetas por persona e incluye todo menos el saco de dormir y las copas: asistencia de monitores titulados, material de escalada (pies de gato, cuerdas, budriel y demás), bocatas, almuerzos y tienda de campaña.

Y qué más. El Rincón del Pirata (en la carretera de Manzanares al Tranco) ofrece caldos, raciones y un menú casero por 1.000 pesetas. Lectura muy recomendable, Escaladas en la Pedriza, de Darío Rodríguez y José Ignacio Luján, que se vende junto con un plano.

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