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PHILIPPE ROSSILLON Un poco de jerez en un mar de whisky

No es necesario indagar en la historia de la Roma antigua para encontrar en la diversidad de los dialectos, de las gastronomías y de los temperamentos las huellas de una Unión Latina hecha de complicidad y de comprensión mutua.Durante siglos, nuestra santa Iglesia católica y romana, nuestros curas y sus conceptos ciceronianos, la comunidad de referencias literarias y artísticas, sobre todo grecorromanas, permitían por lo menos la comunión intelectual entre las élites latinoeuropeas y, más tarde, entre estas últimas y sus herederas latinoamericanas.

Con frecuencia tuvimos oportunidad, a veces sin haberla buscado, de congeniar entre latinos sin pasar a través del latín. Las bodas entre príncipes transformaron la corte francesa en un anexo de Florencia. A su vez, Italia, España o Portugal se afrancesaban.

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Durante el siglo XIX, Francia buscaba los temas de su música y su literatura en Italia y, más aún, en España. La Revolución Francesa inspiró a los libertadores. Podríamos continuar la letanía durante páginas y páginas, evocando junto a la jerigonza latina de las cruzadas la de los peregrinos del camino francés de Santiago, la Compañía de Jesús, la lingua franca de los puertos de nuestro Mediterráneo y los más importantes nombres de nuestras literaturas respectivas. De hecho, ¿dónde está el libro, la summa dedicada a la influencia mutua entre nuestros países, a la compenetración de nuestras culturas?

Lamentablemente, si no estamos alertas, podría tratarse antes de que nos demos cuenta de un libro de historia antigua. Otra forma de comunicación, otro terreno de Inteligencia mutua, permitirá muy pronto a los pueblos latinos hablar la misma lengua y encontrar referencias comunes en las mismas fuentes. Franceses, italianos, españoles, portugueses, se comunican ya en un inglés deshuesado las emociones que les inspiran los MacDonald's y la conquista del Far West. Me ha tocado ver a colombianos y brasileños conversando en inglés. La Unión Latina se esfuerza por reaccionar, con medios irrisorios, organizando cursos de italiano en Paraguay, de castellano en Rumania, introduciendo el portugués en algunas "grandes escuelas" francesas.

No se trata, de más está decirlo, de resucitar un pasado definitivamente muerto, de ignorar la dominación económica angloamericana y, en primer lugar, del inglés. No se trata de combatir la preponderancia del cine norteamericano en nuestras pantallas. Se trata de preservar un mínimo de diversidad, y, por lo tanto, de elección y espíritu crítico, o, dicho de otra manera, de inteligencia y de humanismo. Se trata también de preservar un pequeño rincón de nuestras identidades nacionales cultivando un mínimo de complicidad cultural con nuestros hermanos y rivales latinos de siempre, herederos de una misma cultura del foro y de la elocuencia, de un gusto compartido por la literatura y la ideología.

La Unión Latina acaba de obtener una gran victoria al lograr que el nuevo ministro de Educación francés introduzca una segunda lengua extranjera opcional en los colegios para los niños de entre 11 y 12 años. Hasta ahora, la segunda lengua extranjera era enseñada sólo a partir del tercer año de la escuela secundaria. Miles de jóvenes franceses podrán, por lo tanto, aprender el castellano, junto con el inevitable inglés, desde el principio de la escuela secundaria, y aun antes. ¿Una gota de jerez en un mar de whisky? Es probable. En cualquier caso, este reequilibrio en provecho de las lenguas romances en el país latino más colonizado (el que se enriqueció primero y, por lo tanto, el que ha importado más modas norteamericanas) es una buena noticia ahora que la futura Europa de los 15 representa una amenaza para el uso, ya escaso, de las lenguas del sur en Estrasburgo y Bruselas.

De cualquier manera, aunque una mayor presencia del castellano y del italiano en Francia no cambiará el destino de las lenguas romances en las instituciones y la práctica europeas, su uso será siempre positivo para la identidad nacional francesa. El plurilingüismo, la diversidad, son la mejor defensa contra los perversos efectos de una influencia exterior exclusiva.

No obstante, para vender a nuestros jóvenes fascinados por la modernidad (o por aquello que asimilan a modernidad) lenguas cuyo interés les parece exclusivamente turístico, o todo lo más cultural, es necesario que el castellano, el francés y las otras lenguas surgidas del mosaico romano puedan servir para la comunicación internacional en los ámbitos científico, técnico, financiero, etcétera. Esto implica traducir del inglés y al inglés, y para ello hacen falta terminología e industrias de la lengua; en suma, algo muy diferente al simple trato "académico" que le dan tradicionalmente a la lengua los latinos. La Unión Latina persigue este objetivo e intenta actuar en la medida de sus posibilidades, sin gran éxito, por lo demás, ya que nuestros Gobiernos, contrariamente a los japoneses, entienden poco de lingüística informática.

Más éxito tienen -un éxito ligado al asombro, me atrevería a decir- las cincuenta manifestaciones culturales Sur-sur, que organiza cada año la Unión Latina. ¿Pero qué peso tienen estos coloquios, estas exposicicines frecuentadas por algunas decenas de miles de aficionados al arte y a las humanidades frente a las televisiones que modelan el gusto y las opiniones a escala mundial?

La Unión Latina, como un David con honda, pero sin piedras, nada puede frente al huracán mediático que reduce y uniformiza. ¿Qué papel le cabe a la prensa en todo esto? El diario, el semanario, la prensa escrita en general, es aún en muchos países la reserva natural de la curiosidad intelectual, el refugio del humanismo, el intermediario de las ideas del otro.

En la prensa, en cierta prensa al menos, nos enteramos de lo que se piensa, se dice o se escribe en Italia o en México. De ahí la idea de reunir en París, el 13 y 14 de abril próximos, en el coloquio Cultura a diario, a los directores de 30 grandes periódicos del mundo latino, cuyo punto en común es el de publicar, contra viento y marea, importantes páginas y suplementos culturales. De esta reunión, la primera de este alcance en Francia desde los años veinte, pueden nacer -más allá de los acuerdos de cooperación existentes, ya de por sí notables- nuevos intercambios que contribuirán ciertamente a la pervivencia de la koiné panlatina.

es secretario general de la Unión Latina, organización intergubernamental de vocación cultural, científica, técnica y lingüística, que reúne a 30 Estados de lengua oficial neolatina.

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