Abbey Lincoln revive a Billie Holiday
La gran voz norteamericana define el jazz como "arte genuino"
Abbey Lincoln es la Billie Holiday de nuestros días. Como ella, narra la realidad de su entorno íntimo con un lenguaje universalmente comprensible. Es actriz y escritora; también pintora ocasional, pero le basta la voz para describir su rico paisaje interior. Hasta hace poco, su talento era guardado como un tesoro por una afortunada minoría atenta a todo apunte de originalidad. Desde 1990, disfruta de las consecuencias de un giro inesperado que le acerca a la celebridad y le permite plasmar cada idea literaria y musical. When there is love, disco dedicado a canciones de amor y grabado con el pianista Hank Jones es el último capítulo de su fascinante historia.Nacida Anna Marle Wooldridge, pudo optar al camino de la fama tras su intervención en la película For love of Ivy (1968), pero prefirió sentirse parte activa de un movimiento rupturista y liberador. Acompañó al batería Max Roach en algunos discos emblemáticos del jazz de la fecunda década de los sesenta. Títulos como We insist!: freedom now suite o Straight ahead sonaban a inminente final del conformismo. En ellos, Abbey gemía, gritaba y utilizaba inusuales recursos vocales con la sinceridad que sólo algunos instrumentistas (especialmente John Coltrane) supieron después igualar.
"Fue una bonita experiencia para una mujer que anhelaba ser libre", dice. "Me llevó tiempo darme cuenta de que si te entregas al arte en cuerpo y alma, lo único que puedes esperar es la soledad y el sufrimiento. Yo provengo de Bessie Smith y de Billie Holiday, defiendo una forma de arte genuina que ha perdido su forma natural de transmisión. Si algo le reprocho a Miles Davis es haber roto esa cadena. No enseñó a los nuevos músicos de la misma manera que Charlie Parker le enseñó a él. Miles, Quincy Jones y Herbie Hancock han desviado a los jóvenes hacia músicas mediocres que sólo pretenden generar dinero rápidamente. El resultado son las llamadas tendencias cubanas. El rap no es el jazz de los noventa; ni siquiera es música. Lo único que hacen es imitar hasta la saciedad un modo de hablar. El jazz se basa en lo contrario, en la originalidad y en las diferencias individuales".
Abbey está ahora en inmejorables condiciones de difundir su filosofía musical. Insiste en reclamar un espacio para que los músicos creativos puedan desarrollarse sin trabas. "La gente del jazz nunca ha sido plenamente respetada; debería disponer de un lugar espiritualmente reservado". Abbey confiesa que ha escrito una obra de teatro a la que ha cambiado el nombre multitud de veces. Finalmente la ha titulado En un rincón de la azotea. Ese pequeño hueco parece bastarle para idear grandes canciones.
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