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Los nuevos cineastas se alejan de Hollywood

Las películas de Lodge Kerrigan y Kevin Smith destacan en el festival de Nueva York

Comparten las listas de taquilla con Spielberg, Robin Williams o Steven Seagal porque están en el mismo negocio, pero les miran desde el extremo opuesto porque cuentan historias radicalmente distintas. Los nuevos directores de cine en Estados Unidos libran su batalla en la reducida arena de las salas de arte y ensayo y los festivales, adonde consiguen que cada vez vaya más gente, como ha quedado demostrado en el reciente festival de Sundance y en el New Directors / New Films (Nuevos Directores / Nuevas Películas), que se celebra esta semana en Nueva York.

El festival de nuevos directores de Nueva York de este año será sin duda recordado por dos películas. Una es la brutal Clean, shaven, del joven Lodge Kerrigan, 80 minutos de pesadilla en los que un esquizofrénico aficionado a la automutilación hace que Henry, retrato de un asesino parezca un cuento para niños. Clerks, dirigida, escrita y producida por menos de cuatro millones de pesetas por Kevin Smith, dependiente de una tienda en Nueva Jersey, es una comedia que puede convertirse en el El mariachi de esta temporada. El año pasado, la película realizada en México por Robert Rodríguez con un presupuesto inferior al millón de pesetas, fue adquirida por la distribuidora Columbia y ya ha recaudado más de 300 millones.Cuando el productor Michael Shamberg presentó Reality bites -la que se ha dado en llamar película de la generación X- en el pasado festival de cine independiente de Sundance, dijo que "Hollywood se está inclinando hacia Sundance, y no al revés". Las limusinas y los talonarios de los cazatalentos de Hollywood llenaron el mes pasado las calles del remoto pueblo de Utah donde se celebró el festival.

En los 10 años transcurridos desde que los ahora encumbrados Joel y Ethan Coen presentaran Sangre fácil, su ópera prima, en la institución presidida por el actor y director Robert Refford, la industria del cine ha llegado a una encrucijada pos-años ochenta que le hace desviar la mirada hacia proyectos alternativos tras los que pueden esconderse los directores de éxito de los próximos años.Si, Hollywood se interesa ahora por estas rarezas es porque cuenta con precedentes como los de Jim Jarmusch (Stranger than paradise), Quentin Tarantino (Reservoir dogs) y Stephen Soderbergh (Sex, lies and videotape), todos hijos del festival de Sundance y representantes de una forma de hacer cine absolutamente personal y no guiada por el tiralíneas de los estudios demográficos de las grandes distribuidoras.

Algunos, como Quentin Tarantino, se han pasado a la arena de las grandes producciones (Amor a quemarropa). Otros, como el equipo Scott McGehee / David Siegel y su impactante Suture, sorprenden con éxitos en voz baja desde las escasas pantallas en que pueden ser vistos. Todos recuerdan a la industria de Hollywood que gigantes como Martin Scorsese o Francis Coppola también iniciaron su andadura con producciones menores.

A diferencia de las producciones más comerciales, que en Estados Unidos llegan a exhibirse en más de 2.000 salas de tipo multicine, los títulos más arriesgados sólo pueden ser vistos en tres o cuatro salas de las principales capitales. La mencionada Suture, por ejemplo, acaba de estrenarse en el cine Angelika de Nueva York, una sala desde donde saltó a la fama el director Hal Hartley. Con tres películas de éxito en este circuito (Unbelievable truth, Trust y Simple men), es el nombre más consolidado.

Al observar de cerca estos nombres, así como los de Rose Troche (Go fish), Alexandre Rockwell (In the soup) o John Sayles (Passion fish), entre otros, distribuidoras especializadas como Miramax o Fine Lines plantean una apuesta que los grandes estudios no van a pasar por alto.

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