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La madre de Dios

Ángel S. Harguindey

Nueve metros de Virgen en el Retiro son muchos metros; claro que lo kitsch, cuando alcanza esas dimensiones, trasciende lo puramente formal y accede a la condición de símbolo. Eso lo saben muy bien los valencianos y su regusto fallero.Dentro de poco, Madrid, en lo que se refiere al ámbito espiritual, contará con otro referente estético esencial que añadir al lote de la catedral de la Almudena y el Sagrado Corazón del cerro de los Ángeles. En símbolos laicos están ya el P¡rulí, la torre Picasso, los arcos de Alfaro en La Vaguada y las torres de KIO. El caballo de Espartero y las cabras de Arturo Soria exigirían un tercer grupo histórico-zoológico.

Sorprenden en esta historia publicada el pasado 11 de marzo las facilidades del alcalde Álvarez del Manzano para satisfacer la demanda de la campaña nacional de oración Invocación Nacional a la Santísima Virgen sin plantearse siquiera alguna duda sobre el parecer de sus conciudadanos. Quizás tras la consulta popular sobre la plaza de Oriente el edil prefiere -como Fidel Castro- que sea la historia quien le juzgue y no los votantes.

Aceptada por humana esa proclividad hacia el despotismo, surgen otras dudas: ¿habrá pensado Prudencia Sanz, la escultora segoviana artífice del proyecto, en la posibilidad de que el noble bronce de la Virgen pudiera ser sustituido por plástico fluorescente? Con ello, los paseantes del anochecer podrían retrotraerse directamente de la Chopera a la mesilla de noche de su infancia.

¿Han pensado los munícipes que si en lugar de uno se colocaran dos monumentos iguales y, al mismo tiempo, pudieran surgir de las cabezas de las madres de Dios una llama tendrían un par de espléndidos candelabros?

Si la razón básica para conceder los correspondientes permisos es, como parece, la de que la mencionada campaña nacional corre con los gastos de elaboración e instalación, ¿podrían los agnósticos pagar a escote la instalación del olvidado calcetín de Tápies en los aledaños de la obra de Prudencia? Espíritu y materia podría ser el título del conjunto.

Bien es verdad que si los promotores del proyecto consiguen los fines que persiguen, es decir, "la salvación de España y del mundo", no valdría la pena tanta preocupación y duda: 50 millones de pesetas por todo eso no es dinero.

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