"Por primera vez he hecho feminismo audiovisual"
La idea de realizar una serie documental sobre América Latina a través de la vida de sus mujeres se le ocurrió a Carmen Sarmiento en 1990, cuando en Televisión Española se agolpaban los proyectos para el 92. Dos años y medio de trabajo han culminado en lo que Sarmiento -autora de las dos series de Los marginados, también emitidas en TVE- califica como su obra de madurez". Las razones para ello las resume en el hecho de que "en ella confluyen mis tres grandes pasiones: América Latina, que es un continente que amo, admiro, me emociona profundamente. En segundo lugar, la lucha por la liberación de las mujeres; evidentemente, he conseguido hacer con esta serie periodismo, feminismo audiovisual por primera vez realmente, aunque los programas no son netamente feministas en sentido estricto, pero cada uno tiene una parcela eminentemente feminista. Y por último, la tercera pasión es el periodismo televisivo, en el que yo he hecho toda mi carrera prácticamente".Pregunta. En todas sus series y programas realiza siempre un periodismo militante. ¿Tiene la sensación de que, en este momento, se está usted convirtiendo con este tipo de programas también en una periodista marginal dentro del panorama televisivo?
Respuesta. Bueno, está por ver. Yo, evidentemente, he dedicado toda mi vida a los marginados, he hecho un periodismo difícil, un periodismo de autora. Yo no creo en la objetividad periodística, creo en la honestidad, y en ese sentido creo que he sido siempre una mujer muy honesta. Yo cuento la realidad a través de mis vísceras, de mi cultura, mis emociones personales, tratando naturalmente de que los datos sean exactos. Y como periodista de televisión no creo que la imagen valga más que mil palabras, sino que las imágenes hay que explicarlas, aunque me desespero por buscar las imágenes con más fuerza.
P. Me refería, sobre todo, a que este tipo de programas, teniendo en cuenta la oferta televisiva actual, parece que están quedando como espacios marginales en la programación de las cadenas.
R. Evidentemente, mi primera serie de Los marginados se programó a las diez de la noche en la primera cadena, con lo cual la vieron ocho o nueve millones de espectadores. Ahora estoy programada en la segunda cadena, pero, con todo y con eso, se ha conseguido que se sitúe en los mayores niveles de audiencia de La 2. Yo creo que la televisión pública, y por eso me mantengo en ella y no quiero marcharme a ninguna otra, tiene la obligación, el deber con la sociedad, de programar este tipo de espacios de tipo cultural. Y por otra parte se está produciendo un movimiento pendular por parte de la sociedad, que está reclamando este tipo de programas. Yo no creo que la programación tenga que hacerse en función de la audiencia. Por otra parte, las audiencias son muy variadas, y esto sería un gran error. Respecto al panorama en general me parece que se está produciendo un espectáculo lamentable en algunos programas: toda esta historia de los reality shows, aunque no se puede hablar de todos por igual. Pero este ir a la superficie de los sentimientos, a la sensiblería, no a los sentimientos humanos de verdad, el analizar el drama y el dolor humano desde el espectáculo más lamentable, personalmente me produce un rechazo, un pudor extraordinario, me siento incapaz de hacer una cosa de ese tipo. Espero que sólo sea una moda, como fue la de los culebrones, y que estos programas descarnados, que van a exponer descarnadamente la vida íntima de las personas pasen pronto de moda.
P. ¿Cómo cree que debería ser la manera con la que se podría competir, terminar o reconducir esta situación para que otro tipo de programas se instalen en las parrillas de las televisiones tanto públicas como del resto?
R. Yo creo que cualquier televisión debe atender a distintos tipos de públicos y de audiencias. Lo que no se puede hacer es programar exclusivamente en función de la audiencia mayoritaria. Se deben emitir también programas más selectos y específicos, sobre todo desde la televisión pública, evidentemente. La televisión comercial es otra cosa. Ya sabemos que en el capitalismo salvaje impera la ley de la oferta y la demanda. Pero una televisión pública que además va a depender cada vez más del Estado tiene que obedecer a intereses culturales, aunque la cultura no vende, no da dinero, pero para eso está el Estado, para defender la cultura.
P. Después de una trayectoria profesional tan larga e intensa, ¿ha llegado un momento en que necesita el riesgo, las situaciones límite para trabajar?
R. Si no hay una cierta peligrosidad, dificultad o resistencia, a mí no me estimula. Yo soy una mujer muy visceral, muy apasionada, he elegido ser periodista y no ser escritora porque la escritura es un trabajo de contemplación y el periodismo es un trabajo de acción. Necesito que las cosas se muevan, que cambien. Yo ya descarto muchas imágenes que a lo mejor a otra persona que está empezando le parece atractivo. He llegado a un nivel de exigencia tan tremendo que voy buscando las cosas cada vez más difíciles. Y ése es un ejercicio peligroso porque a veces vas doblando la suerte, y además soy muy ansiosa, nunca estoy satisfecha con lo que hago, nada me parece bastante, quizá eso sea el motor precisamente. Entonces sí, voy buscando siempre lo más arriesgado, lo más difícil, lo más llamativo, y en esa búsqueda he pasado situaciones bastantes peligrosas, ciertamente.
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