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La soledad de Arafat

El barco de la OLP hace agua mientras su líder se empeña en llevarlo a puerto

GEORGINA HIGUERAS ENVIADA ESPECIAL Los vaivenes del proceso de paz árabe-israelí han dejado al líder de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, más solo que nunca, y a la OLP sumida en el caos. Esto ha provocado un doble efecto negativo: de una parte, la concentración absoluta del poder en las manos de Arafat y, de otra, la lentitud en la toma de decisiones, precisamente porque todo tiene que pasar por el visto bueno del veterano dirigente, de 64 años.

Las negociaciones secretas de Oslo el verano pasado abrieron una brecha definitiva en la OLP, una organización creada en mayo de 1964 por consenso de los grupos guerrilleros palestinos que luchaban contra el Estado de Israel. Mahinud Abas, más conocido como Abu Mazen, de 60 años, el artífice de esas negociaciones que dieron paso al acuerdo de Washington de septiembre pasado sobre la autonomía para Gaza y Jericó, se convirtió en la mano derecha de Arafat y en el hombre clave del proceso de paz. Abu Mazen, sin embargo, va "demasiado rápido" y el protagonismo que llegó a alcanzar en los meses pasados llevó a Arafat a atarle corto. Abu Mazen y Abu Ala, de 56 años y jefe del comité económico de la OLP, representan la avanzadilla del proceso de paz, el sector tecnócrata. En ellos se basa el presidente para dar forma al futuro Gobierno de Gaza y Jericó y al posterior Estado palestino.

"Abu Ala y Abu Mazen tienen claros los pasos a dar para saltar de una organización revolucionaria al establecimiento de un Gobierno moderno, aceptado por la comunidad internacional, entre los que, indudablemente, destaca el reparto de poderes. De ahí su exigencia de una democratización en la gestión de los asuntos palestinos", afirma un intelectual tunecino.

Arafat, sin embargo, ve en las demandas de estos hombres un intento de arrebatarle poder. Por ello, y a pesar de que Faruk Kadumi, jefe de la diplomacia palestina desde hace 20 años, se opuso al acuerdo de Washington, el presidente de la OLP ha recurrido a su viejo compañero. Miembro fundador, junto con Arafat, de Al Fatah, el principal de los componentes de la central, y tras los asesinatos de los casi míticos Abu Iyad y Abu Yihad, Kadumi considera que la OLP son Arafat y él. Su lealtad es absoluta y, aunque las negociaciones de Oslo fueron un golpe bajo, ya que sólo se enteró de ellas cuando dejaron de ser secretas, Kadumi sigue siendo el fiel segundo.

Profundamente solo y cada día más aislado, incluso de las bases que hasta ahora le aclamaban como héroe de la independencia palestina, Abu Amar (el nombre de guerra de Arafat) necesita a Kadumi porque es su único punto de conexión con la perversa Siria, cuyo presidente, Hafez el Asad, no ha desaprovechado la matanza de Hebrón para devolverle la amarga píldora que tragó cuando se enteró de que el líder palestino negociaba sin su consentimiento la paz con Israel.

Cuando, el mismo viernes de la matanza, el presidente norteamericano, Bill Clinton, invitó a palestinos e israelíes a Washington para impulsar el proceso de paz, y, una vez aceptada. la invitación por Arafat, Asad logró que Siria, Líbano y Jordania se retiraran de las conversaciones con Israel "en señal de duelo" por los 48 palestinos asesinados dejó en evidencia ante su pueblo al presidente de la OLP. Kadumi fue enviado el pasado jueves a Damasco para tratar de convencer a Hafez el Asad de que éstos no son momentos de venganza, sino de lucha por crear un frente árabe común.

Basam Abu Sharif, durante décadas consejero de Arafat y apartado de la corte del líder desde hace meses por su enfrentamiento con Abu Mazen, volvió a Túnez el domingo pasado. El presiden te de la OLP había llamado a su Comité Ejecutivo para debatir los sangrientos acontecimientos de Hebrón. Diez no aparecieron, pero Basam, el hombre que dio origen a las negociaciones secretas y que no es miembro de ese órgano ejecutivo, sí. "Son momentos muy dificiles y tenía que estar aquí".

El primero en declarar públicamente que la OLP se disolvería para dar paso al Gobierno de Gaza y Jericó fue Abu Sharif. Sus palabras fueron como un bombazo, pero los hechos le están dando la razón. La OLP, de hecho, ha dejado de existir. Sólo quedan Arafat y los pocos hombres -también hay algunas mujeres, como Leila Chahid, la representante en París- que le siguen en esta travesía del desierto. Mahmud Darwich, el poeta preferido de Arafat, fue el primero de los 18 miembros del Comité Ejecutivo de la OLP elegido en Argel en septiembre de 1991, en dimitir al hacerse públicas las negociaciones con Israel. Le siguieron Chafic al Hut, representante de la OLP en Líbano; Taysir Jaled, representante del Frente Democrático para la Liberación de Palestina (FDLP), que lidera Nayet Hawatme; Abdel Rahim Malú, representante del Frente Popular de Liberación de Palestina (FPLP), liderado por Georges Habash, y el independiente Abdalá Hurani. A estos rebeldes se unió Mahmud Ismael, representante del proiraquí Frente de Liberación Árabe (FLA).El acuerdo de El Cairo del 12 de diciembre pasado, que para muchos palestinos supuso una "clara claudicación" de Arafat ante Israel, aumentó las deserciones en el Comité Ejecutivo. Se retiraron el único miembro cristiano, el sacerdote Elía Jury; los independientes Yamal Surani y Yasir Amro, y el representante del ex comunista Partido del Pueblo Palestino (PPP), Suleimán Nayab.

Abu Amar creyó que la matanza de Hebrón ablandaría el corazón de los rebeldes. No fue así. El domingo pasado sólo acompañaron al líder Kadumi, Abu Mazen, Alí Isaac (el representante del Frente de Liberación de Palestina que sustituyó a Abú Abas tras el secuestro del Achille Lauro); Yasir Abdel Rabo (líder de la facción del FDLP que lleva su nombre y portavoz de la OLP); Mohamed al Nachachibi; Yawid al Gosein, el tesorero de los fondos palestinos, y Samir Goch, representante del Frente de Lucha Popular Palestina (FLPP).

El dolor por los muertos, el bloqueo del proceso de paz y este profundo fracaso han abatido totalmente a Arafat, que esta semana parecía en Túnez más agotado que nunca.

Abu Amar perdió también en octubre pasado al hombre que se apuntaba como ministro del Interior de la autonomía palestina, Hakem Belaui, embajador de la OLP en Túnez. Un oscuro asunto de espionaje a favor de Israel, cuya red dirigía el número dos de esa Embajada, Adnan Hasan Yasin, puso fin a la carrera política de Belaui. La red de espionaje llegó a colocar micrófonos en el mismo sillón de Abu Mazen, y hasta febrero no se descubrió a su principal agente en Gaza, Ahmed Abu Uf. Las conexiones de la red con los asesinatos del abogado Mohamed Abu Chaban, jefe del comité político de Al Fatah en esa banda ocupada, y de Asad Saftaui, un activista cercano a Arafat, ambos cometidos en Gaza, siguen investigándose.

Dicen las malas lenguas que Soha, la mujer 30 años más joven que él con la que el veterano líder se casó hace cuatro años, ha contribuido a su aislamiento político. Las relaciones de Abu Mazen y Abu Ala con Soha están prácticamente rotas. Además, muchos palestinos, que se debaten entre la desesperanza de vivir en una tierra ocupada y el paraíso que promete el islam, no perdonan a Arafat que escogiera como esposa a una cristiana de llamativa melena rubia.

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