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Clinton y los Balcanes

Parece que no se habla de otra cosa que de las reacciones ante el derribo de los aviones serbios por los cazas norteamericanos. Pero de Washington llega una noticia con un perfil totalmente distinto: después de cuatro días de negociaciones, los bosnios musulmanes han llegado a un acuerdo en Washington con los croatas de Bosnia para constituir una federación, agrupar sus territorios y llegar después a acuerdos de estrecha cooperación con Croacia. Entre los firmantes del acuerdo está el jefe de gobierno de los bosnios musulmanes, Haris Siladjic, y altos dirigentes del lado croata.EE UU ha dado el máximo relieve a esta firma, fruto de una iniciativa de Washington que rompe los esquemas previstos hasta ahora para dar una solución al futuro de Bosnia. Por ahora es sólo un papel firmado; aunque ya se han notado sus efectos en el alto el fuego en diversos lugares donde se han estado enfrentando musulmanes y croatas. Si ese alto el fuego se consolida, será preciso considerar muy en serio las nuevas perspectivas que se abren con este acuerdo.

Esta iniciativa de EE UU está ligada con el dinamismo de que ha dado pruebas la OTAN en estas últimas semanas con el ultimátum de Sara evo y el derribo de los aviones serbios. El Departamento de Estado parece haber encontrado una respuesta a la pregunta de los enemigos del uso de la fuerza: ¿para qué? Ahora está claro que se trata de crear una entidad bosnio-croata capaz de ser un contrapeso al avance de la Gran Serbia en los Balcanes. Sobre todo cuando Rusia está adoptando una línea de apoyo abierto a Serbia, como. se pone de relieve en los actuales debates en el Consejo de Seguridad. ¿Hay que meter, pues, en el mismo saco del nacionalismo a VIadímir Zhirinovski y a Borís Yeltsin? Sería exagerado: compiten dos nacionalismos, uno más grosero, otro más fino, pero que coinciden en ciertos objetivos.

En todo caso se perfila una nueva política exterior rusa, menos cómoda para EE UU. The New York Times aconseja que se aprenda a vivir "con una Rusia más enérgica, que no coincida siempre con los intereses de EE UU. Ello es preferible a exacerbar un nacionalismo más agresivo, que se enfrenta con el otro". El peón que ahora Washington está moviendo tiende, pues, a frenar el tradicional plan de Moscú de considerar a Yugoslavia como zona de derechos reservados.

Es curioso que los bosnios musulmanes hayan acogido esa idea de federación con los croatas con más facilidad que la partición en tres repúblicas sobre bases étnicas. Sobre todo si se piensa en los horrores de las batallas que han librado. En ello ha contado mucho la presión de EE UU y la mayor consistencia de la nueva entidad prevista, comparándola con el inviable Estado bosnio que dibujaba el plan Owen-Stoltenberg. Sin embargo, la posibilidad de alcanzar esa federación bosnio-croata es aún muy remota. Primero deben cesar de verdad los combates entre ellos mismos. Luego, queda pendiente el problema de los enclaves musulmanes rodeados por los serbios en Bosnia central: si no se impone a los serbios cesiones efectivas de territorio (y ello puede dar lugar a nuevos enfrentamientos de dudoso resultado) no parece posible crear una entidad federal más o menos cohesionada de musulmanes y croatas.

La novedad del actual momento bosnio es que EE UU y Rusia han avanzado a un nivel de compromiso que hasta ahora habían rehuido. Europa, que ha hecho un gran esfuerzo con el envío de tropas para fines humanitarios, puede quedar marginada si se afirma el nuevo camino de solución impulsado por EE UU, al menos para los territorios musulmanes y croatas.

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