Una mina de museo

Descender a las entrañas de un pozo minero ya es posible para cualquiera. El Museo de la Minería y de la Industria, que se abrirá al público el sábado en El Entrego (Asturias), permitirá recorrer entre tinieblas las galerías de una explotación minera. Y encaramarse hasta los tajos por complicados talleres, entre capas de carbón de difícil acceso y de acusada inclinación; contemplar in situ los distintos métodos de extracción del mineral y conocer las interioridades de un mundo laboral épico, sobrecargado de leyenda, y que todo apunta a que toca a su fin en Asturias, al cabo de 100 años desde que se pusieran en marcha las primeras explotaciones de carbón en la región.El Museo de la Minería, el primero de sus características existente en España, está situado en el corazón de la cuenca minera del Nalón, a 28 kilómetros de Oviedo. Mientras este valle y el cercano del Caudal están sucumbiendo al ajuste económico y al agotamiento del yacimiento algunas de las más acrisoladas explotaciones mineras, indisolublemente unidas a la historia de la región, y han empezado a apagarse para siempre los chirridos metálicos de no pocos castilletes, se abre esta mina-museo con el afán de perpetuar la memoria histórica de una actividad que permitió un destacado protagonismo industrial, sindical y político a Asturias, hasta entonces una región aislada, sumida en una economía de subsistencia.

Financiado por el Principado de Asturias, la Caja de Asturias y la Unión Europea, el museo ha supuesto una inversión cercana a los 1.000 millones de pesetas y estará dotado de un presupuesto anual de 60 millones para seguir enriqueciendo sus fondos, ampliando su patrimonio y atendiendo sus gastos de funcionamiento. La instalación abarca una superficie de casi 28.000 metros cuadrados sobre un espacio antaño ocupado por una escombrera de carbón del cercano pozo de San Vicente, clausurado hace años.

El museo consta de un edificio central, en el que se pueden contemplar útiles, herramientas e instalaciones mineras de diversas épocas, gráficos didácticos, fotografías, antiguas locomotoras mineras restauradas, viejos vehículos de salvamento minero, reconstrucción de una enfermería, sala de baños, lampistería y otras instalaciones auxiliares típicamente mineras, así como maquetas, pósters y grafitos sindicales, y un acercamiento a la historia de la minería.

Pero el elemento capital y de mayor atracción será, sin duda, la mina-imagen, una explotación perfectamente reconstruida en el subsuelo, que ocupa 500 metros de galerías. El visitante, dotado de casco y lámparas mineros, y auxiliado por varios monitores, recorrerá una mina simulada, en la que no faltan ni el frío ni la humedad característicos de. los pozos hulleros, ni los efectos sonoros de las explosiones de los barrenos para abrir nuevas galerías, ni las resonancias metálicas del entrechocar de las vagonetas, m el ruido de las rozadoras extrayendo el carbón o el martilleo de los picadores... Cien años de historia que se resisten a morir. Dos mil personas ya están en la lista de espera para bajar por vez primera a una mina.