Techos solidarios
Familias de niños con cáncer, en tratamiento en Barcelona, viven en pisos facilitados por una fundación
Ella es de Santander, él de Córdoba, y el joven que estudia en la salita, de Logroño. Comparten la cocina, los baños, los tresillos y una preocupación opresiva, de esas que no dejan dormir: vencer el cáncer.Guillermo Martínez e Inés Fernández persiguen una nueva oportunidad para sus hijas, que han seguido tratamiento oncológico en sus ciudades de origen, han recaído en la dolencia y ahora son tratadas de nuevo en el hospital de Sant Pau de Barcelona. Se encuentran en la ciudad en tránsito forzoso y sin fecha de retorno, pero al menos tienen el problema del alojamiento resuelto. La Fundación Enriqueta Vellavecchia ha montado dos pisos para alojar a quienes peregrinan a Barcelona en busca del milagro.
Cuando todo está ya en calma y las niñas han cenado, Inés Fernández y Guillermo Martínez se despiden de sus hijas y van a casa. Él sabe mucho de tratamientos oncológicos. De hecho, es lo único que le interesa desde que, en 1988, un médico le dijo que su hija Mar¡ Carmen, entonces de cinco años, tenía leucemia aguda. Confiesa que ha devorado todo lo publicado y domina la terminología médica, pero es incapaz de expresar cómo puede cambiar el sentido de la vida cuando se llevan cinco años viendo crecer a una niña entre tratamientos, curaciones y recaídas.
No tirar la toalla
La familia Martínez vive en Córdoba, y el hospital de la Seguridad Social de esta ciudad es uno de los punteros de España. "Hicieron todo lo posible, pero me dijeron que ya no podían hacer nada más, y yo no podía resignarme", continúa Guillermo. "Yo sabía que lo que puedan hacerle a la niña fuera se lo harán también aquí. Así que hemos venido a Sant Pau".Mari Carmen siguió en Córdoba tratamiento durante tres años, y parecía curada, pero a los 11 meses recayó. Sólo quedaba el trasplante de médula ósea. Afortunadamente tenía un hermano totalmente compatible. Pero su médula no había quedado limpia de células cancerígenas y en octubre pasado volvió a recaer. Ahora se prepara para un nuevo trasplante en Sant Pau, mientras el padre, empleado de Telefónica, pide a la compañía un traslado temporal a Barcelona.
Inés Fernández viene de un pueblo de Santander, donde ha quedado el resto de su familia. Ella no se separa de su hija Ainoa, de 15 años. "Le salió un tumor en la pierna. De eso hace tres años. Desde entonces, Ainoa ha pasado varias veces por el quirófano y han tenido que amputarle la pierna a causa de la metástasis. Ahora está en preparación para un autotrasplante de médula. Un tratamiento largo. Por eso Inés Fernández respiró aliviada cuando supo que la fundación le proporcionaría un piso en el que vivir. "Yo no podía seguir pagando 35.000 pesetas al mes por la habitación, y comer cada día de restaurante".
"Cuando se sufre tanto como nosotros sufrimos, comprobar que hay gente solidaria es algo muy grande", dice Guillermo Martínez. Lo comparten todo y la fundación les proporciona los servicios necesarios. Lo único que tienen que pagar es el teléfono de monedas. Quien más está en la casa, sin embargo, es Fernando, siempre con los libros. No quiere perder el curso. Estudia segundo de ingeniería técnica y, a pesar de que anda en tratamientos severos desde hace tres anos, no ha perdido comba en los estudios y eso le da moral.
"De repente se me abultaron los ganglios", relata Fernando. "Me trataron con quimioterapia en Logroño, pero los tumores se reprodujeron en la clavícula. Me trataron con radioterapia. Desaparecieron, pero al cabo de un mes me salió otro en la cara. Entonces me enviaron a Sant Pau. Aquí me operaron de la cara y ahora estoy en preparación para el autotrasplante de médula". Queda en el piso una cuarta habitación reservada a la familia de Laura, una niña de dos años que sufre un tumor abdominal.
Por el segundo piso de la fundación, situado junto a la residencia de Vall d'Hebrón, han pasado 175 familias en dos años. La intención es abrir un piso cerca de cada gran hospital.
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