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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Mirador espacial

TAN DIFÍCIL es hacerse a la idea de que podemos ver lo que sucedió en el Universo hace 15.000 millones de años, que éste y otros. principios de la cosmología del siglo XX parecen sueños delirantes de los cosmólogos. Los profanos, ante la barrera de la física y las matemáticas, difícil de saltar para quien no esté entrenado, optan por creérselo o desconfiar, pero suelen mostrar una lógica curiosidad.Sin embargo, los científicos son capaces de observar el cielo y hacer hallazgos asombrosos. Recientemente, un equipo de astrofísicos españoles y británicos ha explicado cómo apuntaron sus telescopios especiales al pasado remoto y presenciaron, en los inicios del Universo, hace 15.000 millones de años, débiles concentraciones de materia que acabarían organizándose en las galaxias que brillan hoy en el cielo.

Este estudio, realizado desde el observatorio del Instituto de Astrofísica de Canarias, ha corroborado, al menos, dos cosas: primero, que es cierto el descubrimiento de los estadounidenses que hace casi dos años afirmaron haber detectado indicios de esas remotas semillas de galaxias (y en ciencia ningún hallazgo es válido sin la comprobación de un equipo independiente); segundo, que los científicos españoles son capaces, como se ha demostrado en otras ocasiones, de hacer investigación de primera línea con colegas de otros países, si cuentan con los medios y la continuidad imprescindibles.

Recordaba un físico español que las teorías científicas no se aceptan por votación de los investigadores. Los científicos están entrenados para someter sus ideas al dictamen inapelable de los datos experimentales y el Big Bang (la gran explosión a partir de la cual evoluciona el cosmos) es la única teoría por ahora capaz de explicar lo que se observa en el Universo.

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Allá por los años cincuenta, algunos físicos teóricos bastante atrevidos integraron importantes descubrimientos de Albert Einstein, Edwin Hubble y otros sabios no tan populares, y propusieron la idea del Big Bang. Predijeron, por ejemplo, que, si fuera cierta, debería haber una radiación remanente de la gran explosión inicial. Fue al encontrar esta reliquia, en 1964, cuando la teoría empezó a tomarse realmente en serio. Casi 30 años después se descubrieron en esa radiación los indicios de las galaxias, hallazgo que ahora han confirmado los investigadores españoles y británicos. Y no es ésta la única prueba sólida a favor del Big Bang.

Todas las culturas han interpretado el Cielo y la Tierra de alguna manera, su origen y destino. La ciencia moderna, capaz de profundizar asombrosamente en el conocimiento de la naturaleza, ha llegado a una fascinante explicación de la historia del Universo, aunque no a abordar el preciso instante inicial. La dificultad para comprenderla, dicen los científicos, se debe a que choca con nuestra experiencia cotidiana y con la modesta cultura científica que hemos recibido.

Tampoco debió de ser fácil admitir, en el siglo XVI, que la Tierra no era el centro del Universo, sino que, como el resto de los planetas, giraba alrededor del Sol. También es contrario a la experiencia cotidiana admitir que nuestro planeta viaja por el espacio en la órbita solar a la velocidad nada despreciable de 100.000 kilómetros por hora sin que nos despeinemos.

Tal vez, en el futuro, observaciones más precisas del Universo obliguen a los científicos a replantearse una teoría tan atractiva como la del Big Bang para explicarlo, y se produzca una nueva revolución cosmológica. O tal vez las generaciones venideras sonrían cuando comenten que al final del siglo XX no nos resultaba fácil entender que todo empezó con una explosión, que el Universo está expandiéndose y que estábamos realmente asomándonos al cosmos de hace 15.000 millones de años.

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