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Los alumnos de Ciencias de Cantoblanco toman el pasillo a la hora de comer

Paz Álvarez

El comedor forzoso de la Facultad de Ciencias es el más grande de la Universidad Autónoma. De hecho, ocupa todos los pasillos del centro. A mediodía, gran parte de los 8.000 estudiantes de sus facultades toman los corredores para comer. Allí destapan la tartera o desenvuelven el bocadillo, buscando algún rincón para no pasar el mal, trago de comer a la vista de los que van de paso. El restaurante original del centro es pequeño y además tiene precios prohibitivos, protestan los alumnos. El decano, Santiago Carrillo Menéndez, reconoce los problemas de hacinamiento que sufre el centro, aunque se ha comprometido a habilitar unos barracones como servicio de bar.

"¿Dónde voy a comer, si no hay otro sitio? Tenemos que tirarnos al suelo para tomar el bocadillo", afirma Lucía, una alumna de, segundo curso de Ciencias Químicas, mientras da buena cuenta de un bocadillo de salchichón. A su lado, otro compañero devora una gigantesca barra de pan con chorizo. Son las dos de la tarde, los alumnos han finalizado las clases y es la hora del almuerzo. "Hoy hemos elegido el rincón de la fotocopiadora, está un poco más resguardado. Es un cortazo que la gente te vea zampando", asegura Carlos, de terceiro de Químicas.Todos los días se les plantea el mismo problema a los 8.000 alumnos matriculados en la Facultad de Ciencias. Carecen de un comedor habilitado. Y los restaurantes de la Universidad son excesivamente caros para el bolsillo de un estudiante sin ingresos.

Acercarse a Madrid

`No podemos pagar 700 pesetas por un menú todos los días. Si lo multiplicas por 21 días deben ser muchos duros al mes lo que tendríamos que pagar por comer", dice Eva, de 21 años. Esta alumna de tercer curso de Matemáticas llega a la Facultad a las nueve y media de la mañana y no finaliza la jornada hasta las ocho de la tarde. "No da tiempo a ir a casa a comer porque estamos muy alejados de Madrid. Y todos los días alimentarse a bocadillos... es una lata. La Universidad invierte en ordenadores, pero parece que a nadie le interesa que comamos bien", exclama indignada Eva.

Arturo, de 21 años, que cursa 20 y 30 de Físicas, comparte la opinión de Eva. Algunos días echa de menos la comida casera y se marcha a su casa al mediodía. Pero otros estudiantes están condenados a comer en el despacho que ocupa la Asociación de Estudiantes Manuela Malasaña. "No voy al bar porque tendría que quitar el sitio a los que están jugando al póquer. Y no les vas a cortar el rollo", dice este estudiante, que se queja además de la mala calidad de la comida que sirven en el restaurante: "El fiambre lo cortan que no se ve, la tortilla no tiene huevo, todo sabe a aceite. Es un asco".

En una tartera de plástico lleva todos los días su comida Pepe, de 20 años. "Y me lo como donde puedo. El comedor es pequeño, pero se ha convertido en un lugar de lujo con precios abusivos a los que sólo pueden acceder profesores y gente que trabaja", afirma este alunmo de 20 de Físicas.

Los alumnos se quejan de que nadie les escucha. Pero Santiago Carrillo Menéndez anotó la petición cuando fue elegido el año pasado decano de la Facultad.

Barracones

"Me he comprometido a buscar una solución y estoy en ello", afirma Carrillo Menéndez, y añade: "Se van a habilitar los barracones que ahora utiliza la Escuela Santa María, con un servicio de bar para que los alumnos puedan, además de comer, tomarse un café o una bebida".

Para el decano, el principal problema es el hacinamiento que padece la Facultad de Ciencias, que sólo se despejará cuando se empiece a construir el edificio que albergará la biblioteca de Ciencias.

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Sobre la firma

Paz Álvarez
Periodista especializada en gastronomía. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid, tiene un programa de desarrollo directivo por el IESE. En 1993 comenzó a escribir en la sección de Madrid y, en 1997, se incorporó al diario CincoDías, donde creó la sección de Directivos y ha sido jefa de la sección de Fortuna hasta 2022.

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