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Crítica:TEATRO
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Soso vodevil

Cal dir-ho? ¿Hay que decir la verdad, abrirle a uno los ojos, contarle que su mujer le engaña con otro, que es un cornudo? Más que tema para un vodevil, parece el de una comedia, o de un drama. Pero Eugène Labiche y su público -la burguesía francesa del reinado de Napoleón, el pequeño- prefieren el vodevil. Así que Labiche, y su colaborador Duru, se las arreglan para ahorrarse cualquier tratamiento moralista, ético de la cuestión, y prefieren encontrarle una respuesta rotunda y evidente: hay que callar la verdad. ¿Por qué? Pues, sencillamente, porque al finalizar la obra resulta que, quien más quien menos, todos los protagonistas masculinos del vodevil son unos cornudos. Luego, lo mejor es "no dir-ho", no decirlo, para que no te descubran.A pesar del descarado aire de farsa que ha querido dar Flotats al espectáculo, los cuplés y bailes frenan considerablemente el vivo movimiento del vodevil, retrasan las agujas de su perfecta y bien calculada relojería. En total, son casi tres horas de espectáculo: más de un espectador aprovechó el segundo acto para dar una cabezada, y más de uno lo hizo en el tercero.

Cal dir-ho?

De Labiche, Duru y Cochet. Versión de Lluís-Anton Baulenas. Intérpretes: Lloll Bertran, Joan Crosas, Josep Maria Flotats. Escenografía: Emanuele Luzzati. Dirección musical: Peter John Bacchus. Dirección: Flotats. Teatro Poliorama, Barcelona, 20 de febrero.

La aparición de Flotats (el cornudo Mussons) en el escenario, ataviado con un kilt, la típica falda escocesa, la boina -sólo le faltaba la gaita-; un Flotats que contempla lúbricamente el orondo trasero de la sirvienta mientras hace una mueca de payaso, causó sorpresa y admiración en la sala y se le recibió con aplausos. Fue la suya una entrada de las que ya no se ven.

Payaso

Luego, Flotats aparecería con un sombrero como el que lucía Monsieur Hulot, andando a grandes zancadas, con las manos a la espalda, como hacía Tati, para, a medida que avanzaba la obra, ir acentuando el lado payaso de su personaje y pasarse definitivamente -y no es un reproche, al contrario- en las últimas escenas perdido en lo que él dice ser una película de los Marx.El vodevil de Flotats me ha resultado soso y puestos a celebrar el décimo aniversario de una compañía y no de una vedette, cabía esperar un producto más cuidado, que se aproximase a aquel Cyrano que hizo que la noche del estreno se pusiera en pie el público del Poliorama, cosa que no ocurrió al acabar el estreno de Cal dir-ho?

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