La ciudad sin código vive por la noche
Los fines de semana agravan el caos del centro de Madrid con atascos, choques y miles de coches mal aparcados
Aquel camión de frutas de Valencia sobrepasó a duras penas el embudo del cruce de Fernando VI con Hortaleza los coches aparcados en medio de la carretera de la glorieta de Santa Bárbara y los bocadillos de jamón y queso que PavIina vende en la acera. La mujer búlgara clamaba: "Mucho ruido, no me gusta la juventud, rompen esto, cómo se llama eso verde...". "Las papeleras". "Eso, las papeleras".PavIina tiene un puesto de bocadillos y tabaco con vistas a la esquina más atascada -probablemente- de las noches de Madrid: la confluencia de Fernando VI, Hortaleza y Mejía Lequerica. "Hasta las seis está igual. Dejan los coches en medio, no sé si se los regalan" decía la mujer el viernes día 11 . "O les regalan el seguro, porque se van cargando los espejos", añadía su hijo. Las bocinas arropaban su acento, y los coches iban aparcando a medio metro de su mesita.
Vuelta tras vuelta
Una noche de juerga en el centro se puede medir en el número de gintonics que uno ha apurado, la cantidad de amigos que reunió... o el tiempo que tardó en dejar el coche. Como es el caso de las chicas cuyo Seat Ibiza aparecía cada cinco minutos de Fernando VI a Barquillo, donde se plantaron Quique y Bruno, dos chicos de Las Rozas disfrazados de piratas y con un espumoso barato en la mano:
"Estas del Ibiza han pasado hace un rato", decía Quique calándose el pañuelo de lunares.
"Y encima aceleran".
"¡Oye, tú, no pites tanto!", chilló Quique, lanzándose hacia el atasco. Media docena de boches habían aparcado en la esquina de enfrente. Los noctámbulos cruzaban como podían.
"Yo, cuando estoy asssí, llego a mi coche y duermo hasta que se me pasa".
Para las calles del centro, una noche de fin de semana, como la del viernes 11, significa coches en tercera fila a la entrada de Pachá; plazas que se pierden bajo los neumáticos, como la de Santa Bárbara; avenidas desahogadas de día, como la de Mejía Lequerica, que semejan, por la noche, los alrededores del Bernabéu un domingo de partido; calles estrechas, como Arenal, que son un rosario de luces de automóviles detenidos. Para Florentino, sargento de la Policía Municipal, fin de semana quiere decir que no parará ni para tomar un bocadillo: más accidentes, cierres de garitos que han sobrepasado su horario, reyertas y muchos, muchos vecinos que no duermen por el bakalao en la fiesta del inquilino de arriba o el jolgorio bajo el balcón a las cinco de la mañana, según contaba el jueves por teléfono.
Entre el concierto de luces, las verdes anuncian que hay plazas -pocas- en el aparcamiento de Fuencarral, al lado de la glorieta de Bilbao. Pero eso no le importó al dueño de un deportivo negro que se comió el paso de peatones de la esquina de Barceló el pasado viernes; ni a los noctámbulos que dejaron sus coches, como una ristra, a la puerta de ese aparcamiento a pesar del carril-bus. "Hace dos semanas, los bomberos no pudieron entrar en la calle del Divino Pastor por los coches", decía el orondo dueño de un bar de la misma calle.
Las tropelías en cuestión de aparcamiento no resistirían 30 minutos a la luz del día, pero a estas horas, a un cajero de Cajamadrid de la calle de Atocha le hace compañía un todoterreno que reposa en la acera como un gran perro dormido; un Ford Fiesta se clava contra un edificio en la calle de Hortaleza; los viandantes le rodean para pasar.
Lista siniestra
La capital ve un sábado, de día, el 40% de los coches habituales. Pero de noche, el centro es un gran aparcamiento clandestino que roba oxígeno a los peatones; en siete de los 12 meses de 1993, el viernes o el sábado de cada semana ocuparon los primeros puestos de la lista de accidentes y muertos. Entre ambos días sumaron 39 muertos, 3.968 accidentes y 2.827 heridos, nocturnos la mayoría. A la lista se debe sumar parte de las cifras negras del domingo.
¿El atasco? Llega un momento en que lo tomas como algo normal". Manolo es un taxista de 25 años que trabaja de noche, y que dice que ésta, la del viernes de carnaval, es excepcional en lo vacío que está todo. Mientras el sábado cumple sus primeras horas, recorre Santa Ana, Huertas, Moncloa, Magallanes, Luchana -los sitios donde él suele encontrar problemas-, y circula bien, salvo un pequeño atasco en Hortaleza: "Bueno, febrero es el mes de la tarjeta. ¿Cuándo te pasan lo que te has gastado con la Visa en Navidades? En febrero, ¿no?".
Tal vez se confió con eso la Policía Municipal: en cinco horas de recorrido nocturno no se vio un solo coche patrulla.
Mostenses y Tudescos se reparten el misterio
Una apretada fila de tres coches flanqueaba la entrada al aparcamiento de Barceló el viernes a medianoche mientras estaba encendida la luz verde del propio estacionamiento subterráneo. Había doble y triple fila y algún bocinazo. Lo mismo ocurría en el vecino aparcamiento de Fuencarral, con la calle convertida en un caramelo para un policía con ganas de poner multas. Afuera, un chaval echaba la llave a su coche aparcado en una esquina: "Si me gasto 600 pesetas por tres horas de parking [los precios son iguales en todos], no me llega para tomar dos birras [cervezas]-". Los dos aparcamientos públicos citados figuran entre los cinco favoritos de los noctámbulos -los restantes son Santa Ana, Santo Domingo y el de Vázquez de Mella, con sólo 71 plazas-, que son los que se llenan cada fin de semana.. Pero muy cerca de Santo Domingo se hallan los estacionamientos de Mostenses y Tudescos, al otro lado de la Gran Vía. El segundo sólo llegó a la mitad de su capacidad en las noches del viernes 4 y sábado 5 de febrero. El primero sólo alcanzó una ocupación del 70%. El análisis del uso de las 13.000 plazas de aparcamiento público señala una conclusión clara: los noctámbulos son unos vagos y prefieren atropellar los derechos del vecino a pasear un centenar de metros más. Cerca de los dos aparcamientos de la calle de Fuencarral se encuentra el de Olavide, con 400 plazas, que alcanza una ocupación máxima del 60% pese a estar en plena zona de ocio.
Pero hay más ejemplos: el atasco que generan los coches en doble fila en la calle del Arenal -generalmente clientes de la discoteca Joy Eslava- podría paliarse con las 400 plazas bajo la plaza de las Descalzas, que se ocupan con un máximo del 30%. Muchos de estos datos nocturnos son trasladables al día (la ocupación media no supera el 50%).
Y el Ayuntamiento aún proyecta más estacionamientos subterráneos (plaza de Oriente) y la ampliación del situado en la plaza de Vázquez de Mella.
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