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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El fondo del saco

CADA TRES meses, la Encuesta de Población Activa descarga sobre la realidad española una ducha fría. De ser ciertos los datos de la última realizada, correspondiente al cuarto trimestre de 1993, una de cada cuatro personas en edad de trabajar y con deseos de hacerlo carecía de empleo a fines de 1993. El número total de parados, más de 3,6 millones, habría aumentado en 136.000 personas en ese trimestre, y el de personas ocupadas se habría reducido en 150.000. De ser ciertos esos datos. ¿Lo son? El hecho de que sólo el 10% de los parados, según la propia EPA, se consideren a sí mismos pobres es un primer indicio de que seguramente la encuesta no descubre toda la realidad. La evidencia de una economía sumergida, que según algunos especialistas supone más del 10% de la actividad productiva, es otro dato incompatible con la rotundidad de esa cifra de parados.Especialmente dramática resulta la situación de ese millón de hogares en los que, según la EPA, no entra ningún sueldo. Y aunque la encuesta no lo mide, es verosímil que en muchos de ellos se hayan agotado los meses de percepción del subsidio de desempleo, que cobran entre el 70% y el 75% de los parados: son ya nueve trimestres consecutivos de aumento del paro.

Es cierto, sin embargo, que los 150.000 empleos perdidos a fines de 1993 quedan por debajo de los 260.000 destruidos en el mismo trimestre del año anterior. Es un indicador congruente con otros relativos al mismo periodo, que en su conjunto parecen abonar la hipótesis de que la crisis ha tocado fondo. Los otros factores que van en la misma dirección son la reactivación del sector de la construcción, la buena marcha de las exportaciones y las favorables expectativas agrícolas -el año hidráulico está siendo en general bastante bueno- y turísticas.

Las perspectivas de una recuperación del empleo siguen siendo, no obstante, bastante inciertas. El ministro Solbes pronosticó anteayer que el paro descendería a partir del tercer trimestre de 1994, pero si bien la prioridad que otorga el Gobierno a la reforma laboral podrá favorecer a medio plazo ese objetivo, no puede considerarse un factor suficiente por sí mismo.

Por una parte, es sabido que la economía española no crea empleo neto con crecimientos inferiores al 3%. Ése será el ritmo al que crecerá la economía norteamericana este año, después de haber creado en 1993 más de dos millones de puestos de trabajo. Es verdad que muchos de esos empleos han sido precarios y con salarios bajos, pero también que el paro es en ese país del 6,4% de la población activa, una cuarta parte de la tasa española, y que la tasa de actividad -ocupados más parados que buscan empleo en relación a la población- es en Estados Unidos del 70%, frente al 49% que registra la EPA difundida ayer.

La anterior entrega de dicha encuesta indicó ya que más del 50% de los parados españoles aceptarían salarios inferiores a los correspondientes a su cualificación profesional, no obstante lo cual los salarios crecieron en 1993, por encima de la inflación, algo insólito con una tasa de paro tan enorme. Una mayor flexibilidad del mercado laboral es, por tanto, necesaria, pero la fuerte subida de los precios en enero indica que otras reformas -como la liberalización de algunos servicios- siguen pendientes. Sin ellas, será dificil incluso transmitir a la economía española los efectos de factores en principio tan esperanzadores como la nueva rebaja de los tipos de interés en Alemania.

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