La OTAN mantiene activo el ultimátum y todo el dispositivo de ataque
La OTAN no va a modificar su dispositivo militar destinado a levantar el cerco sobre Sarajevo a partir de la una de la madrugada del lunes. La retirada de la artillería serbia y la llegada de los cascos azules rusos no anula los efectos del ultimátum lanzado el 9 de febrero, según aseguraron ayer fuentes de la Alianza, que enjuician positivamente los efectos de sus amenazas. Dichas fuentes consideran que, sin esta presión, ni los serbios habrían cambiado de actitud ni Rusia habría despertado de su letargo diplomático.
Todo está preparado para que los aviones de la Alianza despeguen y empiecen a actuar en la madrugada del lunes próximo, en caso de que alguna de las partes, serbios o musulmanes, deje parte del armamento pesado en disposición de disparar. El comandante de las fuerzas aliadas en el Mediterráneo, el almirante estadounidense Jererny Boorda, será quien dé la primera orden de ataque a la fuerza aérea, después de un contacto de coordinación con Yakushi Akashi, el enviado especial del secretario general de Naciones Unidas, Butros Butros-Gali, en cumplimiento estricto de los términos de la resolución del Consejo Atlántico.Las órdenes sucesivas funcionarán en cambio de forma automática, a través de la petición del comandante de la Unprofor (Fuerza de Protección de la ONU), el británico Michael Rose, al comandante de la OTAN. Pero nadie en la sede de la OTAN cree seriamente que vaya a producirse un ataque, principalmente después de la retirada de la artillería serbia. La eficacia de la amenaza requiere, sin embargo, su mantenimiento explícito hasta que se considere que el alto el fuego ha quedado totalmente consolidado, según los portavoces de la alianza.
Puntos de concentración
La retirada masiva de la artillería serbia, aceptada ayer como una realidad por la OTAN, no deja sin efecto la amenaza de bombardeos, según insistían en subrayar fuentes aliadas, que indicaban como objetivos de ataque potenciales cualquier pieza de artillería pesada que pueda quedar fuera de control. La artillería serbia quedará concentrada en seis puntos y custodiada por los soldados de la Uriprofor, mediante un sistema que obligará al uso de la fuerza a quienes quieran volver a utilizarla. Dichas fuerzas estarán integradas en parte por soldados rusos, bajo mando del general Rose. "Cualquier batería que no esté en manos de la Unprofor estará expuesta a los ataques", es la frase utilizada para reformular los términos actuales de la amenaza.La mayoría de los aliados considera que Rusia ha obtenido un doble éxito en un solo movimiento, pues ha salvado la cara a los serbios y ha salido de su mutismo, situándose de nuevo en el papel de gran potencia. Pero consideran que este resultado es también un éxito de la OTAN y de su durísimo ultimátum del 9 de febrero.
La Alianza sigue manteniendo una actitud discreta en el tratamiento informativo del levantamiento del cerco sobre Sarajevo. Nada cambiará en la sede central de Bruselas ni en el cuartel general en Mons (Bélgica) en las horas previas a la terminación del plazo. Al igual que sucediera con la advertencia de uso de la fuerza lanzada el 9 de febrero, los pasos más importantes y graves de la historia de la OTAN -una amenaza de actuar militarmente por primera vez en su historia, fuera de su territorio- se están produciendo en silencio y sin reuniones especiales.
La amenaza fue decidida en una reunión semanal ordinaria del Consejo Atlántico, formado por los representantes permanentes de los 16, y la decisión de lanzar ataques se tomará, si es necesario, de forma automática y sin pestañear. No hay prevista ninguna reunión de representantes permanentes ni consulta para el domingo y la única novedad visible será la apertura de las instalaciones para los medios de comunicación en la sede central, ante la avalancha de peticiones que no han podido parar las reiteradas afirmaciones de los portavoces de la alianza acerca de la total inactividad durante todo el domingo y madrugada del lunes.
La total normalidad está acompañada, sin embargo, de una discreta intensificación de las medidas de seguridad en la sede central de la OTAN, con la instalación de un pequeño centro de crisis y la activación de los circuitos de comunicación.
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