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Tribuna:CITA CON EL ARTE EN MADRID
Tribuna
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Feria de vecinos

Juana de Aizpuru se ha convertido, inesperadamente, en el símbolo de Arco 94. Me apresuro a aclararlo: no es que la popular galerista haya decidido cambiarse el color del pelo, ese rojo que ha llegado a imponer como un símbolo. Tampoco se trata de que sus colegas hagan un homenaje a la mujer que se inventó Arco hace ya 13 años. La cuestión tiene más calado.La feria de arte contemporáneo se ha inaugurado bajo el síndrome de la crisis. Después de tres años de vacas flacas, los galeristas españoles están exhaustos. El problema no es que no se venda; lo peor es que cada nuevo acontecimiento pasa inmediatamente a reafirmar la crisis. El último -y el más rotundo- ha sido el caso Banesto. La caída de Mario Conde no sólo les ha privado de un comprador privilegiado, sino que ha contribuido a sembrar nuevos nubarrones sobre el panorama nacional.

Las galerías extranjeras no están mucho mejor. Agotadas por su particular travesía del desierto -el mercado del arte está hibernado en todo el mundo-, han desertado masivamente de su viaje a España.

Sobre este panorama planea desde hace pocos días la genial idea de Juana de Aizpuru, que se ha lanzado a la increíble cruzada de recaudar 34 millones de pesetas para comprar una instalación del artista norteamericano Bruce Nauman y regalársela al Reina Sofía. La carta que, con membrete de su galería, ha enviado a miles de personajes del mundo del arte es una auténtica perla. No solamente por la imagen insólita de una comerciante levantando la bandera institucional de una cuestación pública para "salvar" el arte contemporáneo, sino por lo paleto que queda un gesto de tirar la casa por la ventana, teniendo en cuenta cómo está el patio nacional. Un quiero y no puedo absurdo, que inesperadamente ha servido para dejar en evidencia cuál es el verdadero estado de la cuestión.

Arco 94 acaba de arrancar con dos caras contradictorias. La de las galerías españolas, con la conciencia de 4ue se están agarrando a uno de los escasos clavos ardientes de un año más que se antoja difícil. Y la de las escasas galerías internacionales que, en algunos casos con gastos pagados, han accedido a dar una oportunidad más a una feria que les encanta, pero en la que no venden ni un póster, fundamentalmente por la ausencia de un coleccionismo nacional de nivel.

Ese es el reto. Arco 94 se juega el futuro. O arranca fuerte o corre el peligro de convertirse en un patio de vecinos. Amistoso y divertido, pero exclusivamente orientado a los galeristas, artistas y consumidores nacionales. Por eso el gesto de Juana de Aizpuru es patético. Involuntariamente ha servido para describir el drama que vive el mercado español.

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