Proyectos
Muy mal, pero que muy mal está el viejo asunto de la unidad entre los hombres y las tierras de España a juzgar por la hipersensibilidad con que algunos intelectuales orgánicos de la españolidad reaccionan ante todo lo catalán. No bien saciados de la reivindicación del genocidio lingüístico anticastellano, ahora arremeten contra la ayuda económica del Estado a la reconstrucción del Liceo barcelonés. De momento, ya han aportado la alternativa de arreglar antes la catedral de Burgos y ahora se ha sumado la mezquita de Córdoba.Sería un balance positivo del incendio que gracias a ese lamentable accidente España pusiera al día sus monumentos amenazados, largamente amenazados aunque no lo pareciera, y haya sido necesario que los fenicios catalanes pidan pela larga por lo del Liceo para que los desprendidos, austeros y enjutos españoles interiores, esbeltos como los álamos y desnudos como los guijarros, hagan inventario de todo lo que no les van a arreglar por culpa del imperialismo catalán.
Aunque no guste a algunos catalanes, tal vez sea misión histórica de la catalanidad convertirse en el peligro interior español número uno, tanto de la lengua como de las piedras, y contribuir así a reforzar la ¡dentidad de la españolidad. Comprendo que muchos catalanes tienen otros programas de vida e historia, pero los destinos de las personas y los pueblos, como muy bien supo ver Mario Conde, están en las estrellas, y tal vez algún día se diga: "Gracias a la amenaza a la vez secesionista y absorbente de los catalanes, España tomó conciencia de sí misma y llegó al siglo XXI con un proyecto histórico renovado". La antigua queja de que España carece de proyecto histórico desde la pérdida del Imperio ha sido insuficientemente atendida a lo largo del siglo XX. Franco fue el que más claro lo tuvo e identificó el proyecto histórico de España con el de hacer picadillo todo lo que le sonaba a antiespañol, desde la clase obrera hasta las nacionalidades diferenciadas. Tras el agotamiento histórico del franquismo y una vez consumado el proyecto colectivo de establecer la democracia, en la España interior viven sin vivir en sí -mitad yanquis, mitad sociolingüistas; mitad europeos, mitad cascos azules-, y se nota que necesitan un proyecto contra la pertinaz sequía del espíritu.
Algunos catalanes ya han reaccionado rechazando la ayuda del Gobierno y proclaman que Cataluña se basta para convertir el nuevo Liceo en un proyecto nacional catalán. A todos los que creen en proyectos identificadores que pasan por desidentificar a los demás, les ruego que se lo piensen un poco antes de sacarse los proyectos de la bragueta. Víctima infantil del sentimiento trágico de la vida y la historia, a mis años no me siento preparado para asumir el sentimiento posyugoslavo ni de la vida ni de la historia.
Babelia
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