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El retorno de un viejo enemigo

Los fumaderos de opio reaparecen en China de la mano de la apertura política y económica

Mientras la política de apertura y la reforma económica marcan cambios constantes en el aspecto de las ciudades, los fumaderos de opio están comenzando a hacer su reaparición en algunas zonas de China. Después de 40 años de que la revolución comunista consiguiera la erradicación total de los narcóticos, el uso de la heroína y otras drogas se extiende progresivamente entre los jóvenes chinos a la búsqueda de nuevos alicientes y estímulos.Aunque el problema no resulta comparable en su magnitud con las dimensiones que alcanza en Europa o América ni llega a ser lo que representó en la China de los años cuarenta -en la que unos 20 millones de personas fumaban opio-, las cifras empiezan a , alarmar a las autoridades, especialmente sensibles ante una reaparición del viejo fantasma. No hay datos oficiales, pero el número de drogodependientes parece estar incrementándose a gran velocidad en algunas partes del país, especialmente en la provincia de Yunnan, al norte del triángulo de oro que componen Tailandia, Birmania y Laos, donde se producen dos tercios del opio que se consume en el mundo. También algunas regiones del noroeste del país se han convertido en foco de producción y consumo de drogas.

La reaparición de los narcóticos tiene una particular connotación en China, donde el opio se relaciona con la humillación y la decadencia que el país sufrió desde principios del siglo XIX hasta la revolución comunista, en 1949. El opio llegó a China a principios del siglo XVIII de la mano de los ingleses, y cuando el Gobierno imperial de los Qing decidió prohibirlo, Gran Bretaña provocó las guerras del opio para forzar a China a abrir sus puertos, consiguiendo la cesión de Hong Kong.

Tras la revolución de 1949, los comunistas iniciaron intensas campañas de movilización popular para eliminar los fumaderos y erradicar la utilización de las drogas. El compromiso por la reconstrucción del país, junto a la euforia y el optimismo del momento, contribuyó de manera definitiva a erradicar la drogadicción junto a otros problemas sociales como la prostitución y el juego. Sin embargo, en la actualidad la juventud mantiene una actitud muy distinta. Muchos afirman que es la abulia y la falta de ideales lo que, unido a la simple curiosidad, arrastra a los narcóticos.

En el centro turístico de Xi`An, el problema se agrava. A sólo unos pocos kilómetros del hallazgo arqueológico más importante de las últimas décadas, pequeños apartamentos en oscuras callejas se ven convertidos en modernos fumaderos de opio. Un gramo alcanza el precio de 100 yuanes, casi un tercio del sueldo medio de un obrero. La delincuencia ha crecido dramáticamente y cada año es mayo r el número de turistas saqueados o víctimas de robos. Xi`An, la antigua puerta de la ruta de la seda, se ha convertido en foco candente del problema de la drogodependencia.

Sólo allí funcionan ya 12 centros para rehabilitación, más que en ninguna otra ciudad de China. El opio viene de la provincia vecina de Gansu y llega a Xi`An siguiendo el rastro de la ruta milenaria. También crece en Yunnan, al norte de la frontera con Birmania. Kunming, la capital de esta provincia, gana a Xi`An en adictos. La prensa china, aunque todavía prudente a la hora de reflejar noticias relacionadas con esta temática, se ha hecho eco de las cada vez más frecuentes muertes por sobredosis en Yunnan, donde un 70% de la delincuencia está relacionado con las drogas.

En un documental producido recientemente por la, policía local para ser difundido con fines pedagógicos en escuelas y fábricas de zonas conflictivas aparecen imágenes rodadas en fumaderos clandestinos y en centros para la rehabilitación de drogadictos. Entre las patéticas imágenes aparecen casos de niños, adolescentes y prostitutas. "He intentado dejarlo siete u ocho veces, pero no puedo", afirma una joven ingresada en uno de los nuevos centros. También el avance del sida queda reflejado en esta producción.

Los adictos son sobre todo jóvenes empresarios independientes, taxistas y prostitutas. Ya no se utilizan las pipas de agua de la vieja China, atendidas por jóvenes, ni las instalaciones tienen la suntuosidad que evocan las ilustraciones de El loto azul. Los métodos son rudimentarios, los antros rebosan suciedad y marginación, pero el suave y adormecedor efecto de la droga es el mismo de todos modos.

Los centros de rehabilitación no están abiertos a visitantes y a los pacientes se les exige pasar allí un mínimo de 15 días. Pocos se deciden a someterse al tratamiento a pesar de las garantías de las autoridades de no castigar a quienes admiten usar drogas ¡legales.

El regreso de las drogas ha arrastrado inevitablemente la presencia del sida. Oficialmente hay en China 1.200 portadores del virus, aunque la Organización Mundial de la Salud (OMS) habla de cifras bastante más importantes.

La obsesión por hacerse rico cuanto antes ha llevado a algunos campesinos a desafiar las duras leyes e involucrarse en el tráfico de drogas. El Gobierno chino, vivo el recuerdo amargo del pasado, se ha propuesto cortar el problema de cuajo. Las penas son severas. Cualquiera en posesión de más de un kilo de heroína puede ser condenado a la pena capital. Más de 3.000 personas fueron detenidas el año pasado por tráfico de drogas y varios cientos de ellas, ejecutadas públicamente tras ser conducidas por las calles en un paseo ejemplarizante. Sus fotos siguen expuestas en las vallas callejeras de las grandes ciudades.

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