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El Salón de Angulema rinde homenaje al dibuante Edgard Pierre Jacobs

El español Gallardo anuncia en, la exposición del 'comic' la próxima muerte de su célebre personaje Makoki

Como viene siendo tradicional en el Salón del Comic de Angulema, la exposición más grande y más cara no es ni la mejor ni la más interesante. Lo puede comprobar cualquiera que se tome la molestia de comparar la magna muestra sobre el botones Spirou y la más discreta, pero mucho más contundente, consagrada al dibujante belga Edgard Pierre Jacobs. Instalada en una antigua fábrica de papel, bajo la que corre el, agua de una esclusa haciendo un ruido que contribuye poderosamente al tono deliberadamente dramático y tenebroso del asunto, la muestra, que incluye abundantes originales del artista, es tan divertida como ingeniosa.

El lóbrego espacio ha sido utilizado sabiamente y la exposición se convierte, casi, en un espectáculo teatral, cosa que hubiera encantado a Jacobs si aún estuviera en el mundo de los vivos. Coetáneo de Hergé, el creador de Tintin, Edgard Pierre Jacobs fue ignorado por las editoriales es pañolas durante décadas. Las magníficas aventuras del capitán Blake y el profesor Mortimer, siempre empeñados en salvar al mundo libre de las turbias maniobras del perverso coronel Olrik, tuvieron que esperar hasta principios de los 80 para llegar al público de nuestro país.Lo hicieron en la desaparecida revista Cairo (creada en 1982 por Joan Navarro, actualmente secretario general del Salón del Comic de Barcelona y responsable de la filial española de la editorial francesa Glenat) y consiguieron que miles, de aficionados se preguntaran cómo la industria de los tebeos podía haber ninguneado durante tanto tiempo a un autor tan imprescindible como el propio Hergé (en algunos de cuyos álbumes, por cierto, había colaborado como dibujante).

La exposición de Edgar Pierre Jacobs le recuerda a uno que este hombre forma parte de la historia de los tebeos. Una vez adquirido este concepto historicista, lo más lógico es cruzar la calle y visitar el Centro Nacional de la Historieta, edificio de tres plantas restaurado por el arquitecto Roland Castro que, inevitablemente, hace babear de envidia a los aficionados espaflóles.

Una vuelta por el museo

Dotado de una colección propia que supera ampliamente los dos centenares de dibujos originales, de una biblioteca con más de 10.000 álbumes y de varias salas para exposiciones temporales, el CNBDI (Centre National de la Bande Desinée et de l´Images) fue una de esas propuestas que el ministros Jacques Delange, a quien mucha gente del mundo de la cultura echa de menos en este país, vio claras desde el principio. Si la situación actual del museo no es todo lo boyante que debiera es porque al Gobierno Balladur todo esto de los tebeos parece antojársele una gansada.

Aunque en España tenemos (en teoría) un Gobierno de izquierdas, no parece haber mucha prisa por disponer de un centro nacional de la historieta. Según cuenta Joan Navarro, que lleva años aporreando puertas municipales, autonómicas y estatales para conseguir la creación de tal loable institución, lo único que ha recibido hasta el momento son palabras de ánimo y alguna que otra palmadita en la espalda. A pesar de ello, este creyente del mundo del comic piensa seguir en sus trece: "Conmigo no podrán. Voy a continuar dando la tabarra a quien sea para instalar en Barcelona el equivalente español del CNBDI".

Aunque no tengan un museo donde exhibir su obra, son varios los dibujantes y guionistas españoles que rondan estos días por Angulema. Gente como Miguel Gallardo, el creador del personaje estrella del comic underground español, Makoki, a quien anuncia que asesinará próximamente en una historieta que aparecerá en la revista Viñetas, Max (que trabaja en una compleja historia de más de 100 páginas), Daniel Torres (que no quiere oír hablar del personaje que le hizo famoso, Roco Vargas, y prepara un libro de ilustraciones para el público infantil) o Ana Miralles (la dibujante de la serie Eva Medusa, muy popular en Francia, que se dispone a llevar a cabo una historia de tono erótico escrita por su guionista y marido, Emilio Ruiz).

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