El progreso
Muy buena, sí señor, la columna El progreso, de Juan José Millás, del día 14 de enero, aniversario de la muerte de Bogart, en el 57. Al final todos nos morimos y lo único que cuenta es una vida de honradez. Aunque sólo sea por no contribuir a dejar este mundo un poco más guarro de lo que nos lo encontramos.La historia ésta de utilizar óvulos de fetos o de muertas, haciendo posible que las abuelas puedan ser madres de sus nietos, supera cualquier relato de ciencia-ficción y da a los alfas y betas del Mundo Feliz pasaporte de normalidad. Al menos ellos tenían madres biológicas vivas, aunque su concepción se hubiera hecho en el laboratotio y fueran decantados y no nacidos.
Es una historia que enlaza perfectamente con las películas de Frankenstein que muchos vimos por los años cincuenta, teniendo claro que íbamos a ver una película de monstruos, pero que la realidad no era así. Luego, se salía a la calle y el cielo seguía siendo azul y en casa encontrábamos a nuestros padres alrededor del brasero, quizá cosiendo ella y estudiando él. Otros tiempos.
Tengo cuatro hijos mayores, universitarios, y comemos en la misma mesa que comieron sus abuelos y su padre; antes las cosas eran sólidas; en las paredes hay tres óleos: el padre, el abuelo y el bisabuelo. Adornan y acompañan, y es divertido buscar parecidos entre los que son y los que fueron, y contar historias de ellos.
La soberbia de los arquitectos ha llenado las ciudades de fealdad y la soberbia de los científicos puede llenar el mundo de monstruos. ¿Les pararemos los pies? Hace ya muchos años que lo dijo Juan Pablo II: "No todo lo que se puede hacer se debe hacer".-
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