Una buena producción de 'Der Freischütz'
Con Der Freischütz, de Carlo Maria von Weber, dio comienzo el ciclo operístico anual del teatro de la Zarzuela. Existía bastante expectación en el público operófilo pues se trata de un título escasamente representado. Sin embargo, en la sala de la calle de Jovellanos había algunos huecos debidos probablemente a tratarse de un sábado, día de la semana que la organización debe evitar a la hora de sus funciones significativas.Der Freischütz, estrenada en 1821 en Berlín, llegó a Barcelona el año 1849 -antes que a Milán, por cierto- y a Madrid, el 21 de febrero de 1872. Cantaron en el Real, María Mantilla y Roberto Stagno, dos pesos pesados, y dirigió el bohemio hispanófilo Juan Skoczdopole. Hasta su cierre, en 1925, la ópera de Weber alcanzó en nuestro teatro Nacional de Ópera unas ocho representaciones. Después de mucho tiempo, el Festival Mozart de 1923, repuso Freischütz, en versión del teatro estatal de Wroclaw.
Der Freischütz
De Kind y Weber. Coproducción del Festival de Opera de Oviedo y el Teatro, de la Zarzuela. Principales intérpretes: E. Johansson, V. Manso, F. Garrigosa, P. Elming y E. Waschiha. Dirección musical: A. Ros Marbá. Dirección escenica: P. Miró. Teatro de la Zarzuela. 22 de enero.
Se trata, como es sabido, de un gran singspiel -esto es, alternancia de música y palabra- con el que, junto a otros títulos de Weber, de Spohr y de Märschner quedó establecida la ópera nacional del romanticismo alemán.
Con todo cuanto hay de innovación en la partitura de Freischütz, parece evidentemente arte muy de su tiempo y su circunstancia. "No se trata sólo de una ópera", escribió Eugenio Montale, "sino también de un hecho de cultura, el huevo de Colón del primer romanticismo".
Aun comunicable por las soluciones que Weber supo alumbrar, desde ciertos números prewagnerianos a pasajes en los que lo tímbrico funciona como valor estructural y expresivo antes que a modo de mera coloración, la asimilación de tal repertorio resulta siempre empresa comprometida. No lo fue para el director Antoni Ros Marbá, músico en plenitud, germanista y filoromántico nato. Su trabajo fue de extraordinario refinamiento hasta dar con uno de los secretos de la obra: la fortaleza de su unidad gracias al parentesco o a la reaparición de los temas o, simplemente, de las meras sonoridades. La orquesta respondió con altas calidades y el coro reflejó la sabiduría en la materia de su director Valdo Sciammarella.
No hubo grandes divos en el reparto, pero sí un nivel medio y equilibrado en cuantos intervinieron como cantantes y actores en la representación. El público acertó al premiar con especiales aplausos a Eva Johansson (Ágata), quien sobre una voz atractiva que maneja con suelta musicalidad, posee un raro mordente en cuanto hace; algo que, en otra escala, encontramos en la también soprano, Victoria Manso (Annchen). No es particularmente hermosa la materia del tenor Paul Elming, pero hizo el personaje de Max con gran nobleza, línea a la que habría que sumar a Francese Garrigosa (Ottokar), al bajo Rolf Wollrad (Kuno), de hermoso timbre, lo mismo que sucede con el barítono Ekkerhard Wlaschiha (Kaspar).
Los escenarios, premiados en el Concurso de Escenografía de Oviedo, así como los figurines, son obra del santanderino Eduardo Gruber y en su simbólico esquematismo geométrico acumulan sugerencias. Contrastan los vestuarios que nos hacen pensar en tradicionales grabados de los pintores románticos alemanes de la época. Pilar Miró movió la escena inteligentemente y sirviendo una múltiple fidelidad: a la obra en su texto, su música y su significación, a la simplicidad de los escenarios y a la ingenuidad de los trajes. Aconsejo a todo melómano o a cualquier interesado por la cultura la asistencia a esta tercera edición madrileña de Der Freischütz.
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