"Señora, su hijo está muerto"
Hyun Sook Lee se pasó el día entero frente al edificio donde estaba su hogar, en el bloque de apartamentos Northridge Meadows, esperando noticias sobre su marido y su hijo, que no habían sido capaces de alcanzar la calle cuando todo aquello se vino abajo en el lapso de 10 segundos. Finalmente, llegó un bombero con la primera de las noticias: "Señora, su hijo está muerto".La aterrorizada enfermera de origen asiático no había tenido tiempo de recuperar el aliento, cuando otro bombero le dijo que también debía perder las esperanzas de que su maridó fuera encontrado con vida. El cuerpo no había sido hallado todavía, pero era imposible que hubiera sobrevivido.
Los equipos de rescate seguían ayer buscando entre los escombros del edificio situado en el número 9.565 de Reseda Boulevard, donde murieron al menos 16 personas. Allí fue localizado el epicentro del terremoto y éste es también el símbolo de toda la destrucción provocada en la ciudad.
Todos los muertos vivían en el primer piso del edificio, que desapareció literalmente bajo el peso de los otros dos pisos. Los supervivientes relataron las pavorosas escenas vividas en ese lugar en la madrugada del lunes. Muchos de ellos cuentan que el temblor era de tales proporciones que no podían levantarse de la cama.
Los que lo hicieron quedaron encerrados dentro de las habitaciones porque era imposible abrir las puertas. La suerte de los habitantes de los pisos segundo y tercero fue que el terremoto acabó por hundir el edificio sin destruir por completo las viviendas más altas. Las víctimas perecieron literalmente aplastadas por los pisos superiores.
Impotencia
Los bomberos, que llegaron cuando todavía estaban vivos algunos de los ocupantes del primer piso, relatan que vieron morir ante sus ojos a varias personas atrapadas entre los escombros sin poder hacer nada para impedirlo. En la búsqueda de supervivientes, los bomberos encontraron ropa, sábanas ensangrentadas, fotografías familiares y hasta una cinta de vídeo de Dumbo que debía ser el favorito de alguno de los niños que allí vivían. En el empeño de localizar a alguien, los equipos de rescate utilizaron perros y sistemas de radar capaces de detectar el vuelo de una mosca, pero las posibilidades de éxito eran ayer prácticamente nulas.En las primeras horas del lunes sí surgían de vez en cuando supervivientes entre los escombros de ese edificio. Cuando eso ocurría, los bomberos, policías y los periodistas presentes estallaban en aplausos. Algunos de los que se salvaron de la muerte miraban hacia el cielo de un día brillante y templado, y lloraban entre emocionados y asustados. Una mujer contó cómo lo primero que hizo al sentir el temblor fue correr hacia la habitación de su hijo de 10 años, que tiritaba mientras su madre le decía: "No llores, corazón".
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