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La población de Los Ángeles vive aterrorizada por el temor a un nuevo, terremoto de mayor magnitud

Antonio Caño

Salvador Peña no había arrancado aún su coche cuando el edificio entero se desplomó sobre el aparcamiento. Durante, siete horas permaneció allí, con las piernas rotas y alimentado por el oxígeno y la esperanza que leinyectaba desde fuera el equipo de rescate. Al final salió seriamente herido, pero vivo, dando gracias a Dios por el milagro. Fue la historia positiva de una jornada de horror que costó la vida a 34 personas en el peor terremoto ocurrido nunca, en Los Ángeles, unaciudad maldita que vive ahora bajo el toque de queda y que vuelve a ser patrullada por soldados de la Guardia Nacional para evitar que al miedo de la población a una catástrofe aún mayor se una los saqueos, la violencia y el caos.

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Salvador Peña fue rápidamente localizado por los bomberos que se acercaron al centro comercial de Northridge, en el norte de la ciudad, en el epicentro mismo del terremoto. Sus gritos de dolor y de auxilio enseguida atrajeron la atención de los equipos de salvamento. Rey Lavalle, uno de los bomberos, daba instrucciones y ánimos en español al hombre atrapado, mientras el resto de sus compañeros, con martillos mecánicos y grúas, trataban de abrir un hueco entre aquella mole de cemento. Cuando le encontraron, enredado entre los hierros y la chapa de su vehículo, Peña estaba casi inconsciente y con serias lesiones en la espalda. Un helicóptero le trasladó rápidamente a uno de los repletos hospitales de la ciudad donde ayer todavía luchaban por salvarle la vida.Casi 2.000 personas más, heridas en el terremoto que sorprendió a Los Ángeles al borde de las cinco de la mañana del lunes, se encuentran internadas en centros sanitarios. Decenas de miles han perdido sus casas y la ciudad entera se ve sacudida periódicamente por otros movimientos de tierra que podrían ser flecos del gran temblor de 6,6 grados o anuncio de otro de semejantes o peores proporciones.

Aterrados por esa posibilidad, miles de personas pasaron ayer la noche en descampados, pistas deportivas y otros lugares aparentemente seguros. Otros miles más tuvieron que reanudar la actividad rutinaria y sumergirse en el espanto de la congestión de tráfico provocada por el cierre de varias autopistas parcialmente destruidas por el terremoto.

Una ciudad donde las autopistas son las arterias de su sistema circulatorio, el hundimiento de tramos enteros de pavimentación la deja al borde de la parálisis. Equipos de trabajo empezaron ayer mismo a poner en orden todos esos destrozos, especialmente en la autopista de Santa Mónica, la de mayor circulación de todo Estados Unidos.

Las autoridades calculan que costará cerca de un año y mil es de millones de dólares poner en pie todo lo que se ha caído: conducciones de gas reventados, explosión de depósitos de propano, decenas de incendios provocados por cortocircuitos, un millar de casas destrozadas, varios cientos más de viviendas seriamente dañadas, un tren descarrilado...

El aeropuerto de Los Ángeles tuvo que ser cerrado al tráfico el lunes durante varias, horas. Más de medio. millón de personas han quedado sin energía eléctrica y otras tantas no disponen de agua potable en sus casas.

Interrupción telefónica

Las líneas telefónicas quedaron interrumpidas el lunes y todavía funcionaban ayer con dificultad. Varios hoteles que alojan a los visitantes de Disneylandia y de los estudios Universal han cerrado sus puertas hasta reparar los daños. El gobernador de California, Pete Wilson, comentó mientras . sobrevolaba Los Ángeles: ¿Cuánto más tendrá que soportar esta ciudad?".

Nadie lo sabe con precisión. Desde el terremoto del lunes, otros 200 movimientos menores han sido registrados. La tierra tembló en dos ocasiones en el tiempo que se tardó en escribir esta crónica. Muchos de los clientes del hotel donde me alojo, en Hollywood Boulevard, pasaron la noche, en el hall ante el miedo de que el terremoto grande nos encontrase durmiendo.

Entre los muertos, seis perecieron como consecuencia de infartos provocados por el miedo. Dos personas perdieron la vida al arrojarse por las ventanas de sus casas. Un niño de cuatro años fue encontrado destrozado por una viga. Un hombre de 25 anos murió electrocutado por uno de los tendidos eléctricos caídos. Una anciana de 95 años quedó atrapada en el fuego que se desató en su vivienda.

Las autoridades de Los Ángeles, probablemente las mejor preparadas del mundo para este tipo de emergencias, han abierto centros de refugio para los que han perdido sus casas. Varias líneas de teléfonos han sido abiertas para informar sobre la suerte de los- desaparecidos o impartir instrucciones sobre cómo acceder a los créditos federales autorizados por el presidente Bill Clinton, que ha declarado Los Ángeles zona catastrófica.

La industria aseguradora calcula que los daños del terremoto superarán los 7.000 millones de dólares (más de un billón de pesetas) del terremoto de San Francisco de 1989.

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