Nuevo papel de Siria
LA REUNIÓN en Ginebra de los presidentes Clinton y Asad marca sin duda el comienzo de una nueva etapa en el proceso que debe conducir a la paz en Oriente Próximo; no sólo para la negociación específica entre Israel y Siria, sino en el escenario más general de las conversaciones entre árabes e israelíes que comenzaron en la conferencia de Madrid. En septiembre pasado, los sirios se retiraron de la negociación de Washington, exigiendo para su reanudación que Israel se comprometiera a cumplir las resoluciones de la ONU sobre retirada de los territorios ocupados.Ahora, el resultado más concreto del encuentro de Ginebra ha sido que Siria volverá a Washington. A cambio ha obtenido ventajas de altísimo valor: la primera, la propia entrevista de Clinton con Asad, que para Washington sigue siendo oficialmente el líder de un país en la lista negra de auspiciadores del terrorismo internacional; la segunda, la expresión de la posición norteamericana favorable a que Israel cumpla las resoluciones de la ONU. Asad ha enviado sus mensajes a Israel con el presidente de EE UU como intermediario. No podía aspirar a más.
Para la ambición del presidente Asad, que siempre ha sido el reconocimiento a su papel hegemónico en Oriente Próximo (de ahí su enemistad insoluble con Yasir Arafat), el gesto de Clinton en Ginebra es motivo de gran satisfacción. El mundo árabe es muy sensible a esos gestos: y el hecho de que Clinton mantenga con Asad una conversación extensa, seguida por una conferencia de prensa conjunta, coloca a este último en una categoría especial. EE UU sabe que Asad es una pieza clave para resolver los problemas de la zona. Sin él, no hay posibilidad de soluciones reales al problema de Líbano, al de Jordania ni al palestino.
Asad no ha hecho ninguna declaración muy novedosa sobre su voluntad de restablecer la paz y relaciones normales con Israel. Lo nuevo ha sido el cuadro en que lo ha reiterado. El problema es ahora para Israel hacer propuestas concretas sobre la devolución del Golán. Todo indica que existe una aceptación de principio, lo que explica las declaraciones optimistas de varios ministros. Pero se hace preciso ahora entrar en las diversas, formas de aplicación, pasos graduales, plazos, incluso eventual presencia de tropas de EE UU en estos altos estratégicos para la seguridad de Israel. Pronto podrían estar sirios e israelíes negociando los detalles al respecto en Washington.
Por otra parte, ¿cómo va a repercutir el nuevo papel de Asad en las negociaciones sobre los territorios palestinos? Hasta aquí los enernigos del acuerdo sobre Gaza y Jericó han tenido su protección directa. Seguir con esta misma política podría entrar en contradicción con su esfuerzo para que EE UU le borre de la lista de países que apoyan el terrorismo. En la conversación con Clinton se ha decidido que los dos ministros de Exteriores estudien el problema del terrorismo en concreto. Lo más probable parece ser que se observe al menos un desinterés sirio por las acciones terroristas que intentan sabotear el acuerdo palestino-israelí. Aunque la reacción puede también ser más clara si Siria quisiese dar prioridad a su propia negocia ción con Israel. Lo cierto es que Asad -sale del en cuentro de Ginebra con una gran libertad de movimientos.
Clinton no sólo ha demostrado. una disposición a mayor flexibilidad de la política de EE UU para superar viejas enemistades, sino que ha confirmado algo que ya estaba claro: hoy en Oriente Próximo -y no sólo allí- EE UU es la única potencia con capacidad de liderazgo. Esto puede frustrar ciertas ilusiones europeas, pero los hechos hablan por sí mismos.
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