Música para violín

Muy mal conocido en España, a pesar de que se han estrenado ocho de sus 11 películas, el veterano Claude Sautet es uno de los valores más sólidos y reputados del cine francés. Siempre interesado por los sentimientos, la amistad y el amor en primer término, los desarrolla en sus mejores trabajos -Las cosas de la vida (1969), Max y los chatarreros (1971), Ella, yo... y el otro (1972), Una vida de mujer (1978)-, pero de una manera muy francesa. De forma que queda muy claro el axioma que afirma que nada hay tan francés como una película francesa, pero sobre todo si está escrita y dirigida por Claude Sautet.Avalada por importantes premios, entre los que destacan el León de Plata de la Mostra de Venecia y el césar a la dirección, nos llega Un corazón en invierno (1992), su última película y posiblemente su obra maestra. Gracias tanto a un cuidadísimo trabajo de realización y guión, que hace que todo esté minuciosamente medido, controlado, no sobre una coma en los diálogos, ni un plano en la narración, como a haber encontrado un trío de excepcionales y apropiados actores, que dirige con esmero.

El único problema que plantea para un público no francés es que la historia que narra puede resultar tan filosófica como incomprensible y falsa. En la medida que todo gira en torno a un hombre sin ningún atractivo físico ni intelectual, cuyo máximo encanto reside en su habilidad manual, que consigue que la bellísima y encantadora mujer de su amigo y jefe se enamore de él, pero tan sólo por el incomprensible placer de rechazarla, de decirla que no la quiere cuando ella le dice que le ama, de rechazarla cuando le propone que pasen la noche juntos. Todavía más cuando ella está interpretada por la bellísima Emmanuelle Béart y la historia narrada desde el punto de vista de él.

Más allá de las tan magníficas como poco conocidas sonatas y trío de Maurice Ravel, Un corazón en invierno se apoya en una peculiar música para violín. Cuenta cómo dos amigos, dedicados a la creación y restauración de instrumentos de cuerda, dos ebanistas con un peculiar oído, más para el sonido que la propia música, y sobre todo uno de ellos, con una gran habilidad manual, se enamoran de una misma mujer, una guapísima concertista de violín.

A pesar de las múltiples dificultades que entraña su personaje Daniel Auteuil realiza un trabajo excepcional y casi consigue hacer creíble lo increíble. Muy bien secundado por Emmanuelle Béart.