Vivir como Dios
Me temo que los redactores de The Economist se han equivocado. No creo que quisieran decir "donde se vive bien", sino "donde se divierte uno más". Sólo así estaría yo dispuesto a aceptar que España se haya convertido en el tercer país en lo que a vivir confortablemente toca.Claro que no es que los dos que nos van delante, Suiza y Alemania, sean la alegría de la huerta.
Pero no. Mucho me temo que han escogido las tonterías de las que menos nos damos cuenta. Y es que fíjense ustedes de qué baremos estamos hablando: tanto por ciento de inflación, paro y crecimiento del Producto Interior Bruto (PIB), contaminación -que no está mal-, asesinatos por cada 100.000 habitantes (¡100.000 habitantes!), divorcios (Estados Unidos, 48%, España, 8%, como si el matrimonio tuviera la exclusiva de la felicidad).
Es como decir que el número de hernias de disco determina la limpieza de los pueblos (cuanta más hernia de disco, menos gente dobla el espinazo y menos son los que alcanzan a lavarse los pies).
Eso sí, el nivel del bien vivir está al parecer reñido con la cultura y el funesto hábito de leer el periódico. Sólo leen menos que nosotros países como Brasil, China e India. Y me parece que en Brasil se divierten más.
¿Es España una juerga? Pues sí, excepto para el que circula en automóvil o está aparcado en primera fila y tiene dos más bloqueándole la salida. Pues sí, si al que nos visita no le importa el ensordecedor ruido de las bocinas, las risas, las discusiones y la conversación normal.
Y al final, la calidad de vida es buena si se vive en capitales de provincia, las costumbres son relajadas y la anarquía de nuestros hábitos no se refleja en la incomodidad del vecino.
Menuda bobada de estudio y menuda insensatez de datos. Porque después de todo, hay en el análisis de la revista británica The Economist un parrafito que no reproduce nadie: cuando ya estaba lista la encuesta, los periodistas del semanario se preguntaron unos a otros dónde preferían vivir.
Para qué les voy a engañar a ustedes: Francia, dijeron casi todos. Estados Unidos, Gran Bretaña. Es verdad que los periodistas de The Economist son ingleses. ¿Y Alemania? Al decimotercer lugar.
Y es que a la hora de escoger dónde vivir según las preferencias, cada cual hace de su capa un sayo. Sólo vive como Dios donde le apetece.
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