Jorge Semprún: "He tenido más poder en la clandestinidad que como ministro de Cultura"
El escritor relata su experiencia política en el Gobierno socialista
El escritor Jorge Semprún, de 70 años desde el viernes, resumió ayer su experiencia de los 32 meses como ministro de Cultura, entre 1988 y 1991, con el Gobierno socialista de Felipe González y Alfonso Guerra: "He tenido más poder cuando era miembro clandestino del Partido Comunista de España en Madrid, con las gentes, las almas, las convicciones". "La experiencia de poder ha confirmado lo que está en los libros", añadió, pocas horas antes de la presentación de su libro Federico Sánchez se despide de ustedes (Tusquets Editores), en la FNAC Callao, de Madrid, con Javier Tusell, catedrático de Historia Contemporánea, y Javier Pérez Royo, catedrático de Derecho Constitucional.
En el mismo hotel Palace, citado con menos frecuencia que Alfonso Guerra en su libro Federico Sánchez se despide de ustedes, Jorge Semprún pone como ejemplo de su poder real como ministro de Cultura su propuesta de juntar en el Casón del Buen Retiro el cuadro Guernica, de Picasso, con otras obras de Velázquez y Goya, antes del ya decidido traslado al Museo Nacional Reina Sofía. "Para no hacer tan brutalmente las cosas y modificar la potencia del Guernica se me ocurrió esa exposición. Entonces ocurrió una maraña de cosas que hizo imposible el intento. Es un ejemplo grotesco, pero ilustra las posibilidades como ministro". En el libro cuenta que intervino para que se montara una retrospectiva en el Reina Sofía del pintor Nicolas de Stäel, cuyos cuadros describe minuciosamente en su novela La montaña blanca.Semprún ha comprobado "el limitado poder ministerial", al menos con un ministerio como el de Cultura; un caso distinto se plantearía con el de Interior, "una hipótesis absurda". El ex ministro recuerda que cuando fue a Praga al es treno de La confesión, como guionista de la película, Havel estaba rodeado de agentes de seguridad que tenían el aspecto de muchachos del Mayo del 68.
Dos lecturas
Jorge Semprún admite que el libro y el título de Federico Sánchez se despide de ustedes es ambivalente, al presentar dos formas de lectura y utilizar uno de los nombres de la clandestinidad. En la memoria del escritor figuran unas fechas clave para su relato. En julio de 1936 se exilia en Francia; en 1943 está en el campo de concentración de Büchenwald; en 1953 realiza su primer viaje clandestino a Madrid bajo el nombre de Fe derico Sánchez; en 1964 es expulsado del PCE; en 1988, Felipe González le ofrece el Ministerio de Cultura, de cuyo cargo es destituido en un largo proceso que comienza con una entrevista en EL PAÍS sobre la situación del PSOE y el caso Juan Guerra y termina con la guerra del Golfo.
"Como libro político tiende al predominio del retrato y la polémica sobre Alfonso Guerra, y se puede echar de menos las cuestiones políticas. Como libro literario, después de tantos años refrescando las ganas de escribir, pudo ser un ensayo o memorias desde dentro del Gobierno. La razón íntima es que necesitaba escribir, y lo hice muy pronto y en el verano de mi destitución, en Roiz (Cantabria). Escribí en español el capítulo del primer Consejo de Ministros, pero interrumpí el libro porque la proximidad del idioma traía una afluencia de anécdotas y chismes que quería evitar. Después surgió la idea de escribirlo en francés y dejarlo como un borrador. Bernard Henri-Levy, con el que mantengo una relación personal paternal, de padre severo, insistió para que publicara mi experiencia política. En la edición española hay pequeños añadidos". El escritor dice que "la ventaja de una vida muy novelesca es que hay tantas cosas que contar que el filón es inagotable, pero para un novelista hay un aspecto negativo, al ser tan rica la experiencia vital que entorpece el camino de la creación literaria, que es inventarse un universo".
"Un ministro que hablaba". Así ve en el recuerdo de la gente su paso por el Ministerio de Cultura. "Por lo que me dicen, era un ministro peculiar porque hablaba. El mismo Felipe González no me llamó para armar jaleo sobre Alfonso Guerra. Llamó a un hombre no del partido, independiente, autónomo, para el nuevo impulso y lo que hoy se llama el cambio del cambio. También me destituyó por ser crítico".
Ayer, durante el acto de presentación del libro, Semprún valoró así su experiencia en el Gobierno: "Lo que menos me gustó fue Alfonso Guerra, y así queda retratado, y lo que más Felipe González y Carlos Solchaga, y así queda retratado". Comentó que Guerra fue el primero en darse cuenta de la capacidad de liderazgo de González, pero luego la "vampirizó".
El cine y los museos figuran en su propio balance. "Pude crear un cierto ambiente y ser criticado incluso por los amigos al decir que el cine en España no era nada mientras no fuese industria sin la protección del Estado. Ahora, con el GATT y las medidas sobre el cine, no se ha tenido en cuenta que el gran recurso español en cine y en el audiovisual es el idioma. Las multinacionales se basan en un producto excelente, pero también en el inglés. El español es intercontinental y está en auge, en expansión, y nosotros no sabemos utilizarlo. Pude contribuir a cambiar la mentalidad, no la realidad. También he sido un ministro cosmopolita, tan europeo como español, aunque disguste a una parte de la sociedad española. La gran cultura es cosmopolita". La colección Thyssen, junto con las visitas de Isabel II y Raísa Gorbachova al Museo del Prado, figura en las páginas de Semprún. Confirma que presentó a Rafael Moneo para la reforma de Villahermosa frente a "un brillante hombre de mundo" (no menciona a Ricardo Bofill) propuesto por los barones. De todas formas, Semprún no acudió a la apertura del museo. "La etiqueta era cargante y aburrida y no quería figurar demasiado. La colección la empezó Solana, la terminé yo y la firmó Solé Tura".
Para Semprún, queda pendiente decidir "la estrategia colectiva, de Gobierno y sociedad, por el lugar que damos a la cultura en la política española, si un lugar de adorno o relaciones públicas o estratégico". "No podemos tener un ministerio que no tenga ni presupuesto ni legislación favorable a la cultura. Es increíble que Cultura no tenga nada que decir en el tema audiovisual y televisión. En otros sitios, Comunicaciones depende de Cultura. Vivimos en un país administrativamente de taifas, que fonéticamente recuerda a las mafias".
Guerra en lo 40 páginas
Semprún dice que es un error óptico, que Alfonso Guerra no aparece tanto en su relato. A falta de índice onomástico, el escritor ha contabilizado 40 páginas de las 316 en donde figura el nombre del vicepresidente del Gobierno, con Semprún como titular de Cultura, y vicesecretario general del PSOE, "bolchevique de salón", "el señor de las moscas y de los aparatos", entre otras definiciones. "Es el único retrato coherente, global, un retrato realista velazqueño, de cuerpo entero. El de Felipe González es diferente, más impresionista".Guerra aparece ya en la primera página, como cita, en donde se declara encantado de que se escriba sobre esa etapa del Gobierno socialista "con honradez literaria y humana". "Creo, que sería un gran servicio que se haría a la sociedad española", añade. "Guerra es producto de una cierta cultura del aparato, una cultura de triunfalismo, con lenguaje arcaico. Un personaje novelesco y nefasto en la política española. Ahora confirmo que el retrato no es falso, al ver a Guerra y Carrillo juntos; es lógico que congenien". Y ante la foto de Toledo: "Que alguien piense que la renovación necesaria del PSOE pasa por Carrillo es tan desolador que se me cae el alma a los pies".
Babelia
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