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Crítica:
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Tótem y tabú

Compañía Nacional de DanzaPrimer programa: Coming together (1991): Nacho Duato, Frederic Rzewski. Stepping siones (1991): Jini Kilian, John Cage y Anton Webem. Cautiva (1992): Nacho Duato, Alberto Iglesias. Teatro de la Zarzuela. Madrid, 8 de diciembre.

Con mucho de brillante reunión social se abrió la temporada de danza en el teatro de la Zarzuela. Hubo grandes ovaciones, bravos y repetidas cortinas a teatro lleno. Asistió la ministra del ramo: Carmen Alborch, el modista Adolfo Domínguez, el bailarín-bailaor Joaquín Cortés, el cantante Miguel Bosé, actrices, modelos, y algunos directores generales. En lo estrictamente cultural, la novedad estaba en la pieza Stepping stones de Jiri Kilian, que hace menos de 60 días también estrenara el Ballet de Ginebra, a un año de su creación mundial en Stutgart.

Se trata de una pieza de madurez donde el coreógrafo checo se acerca con toda limpieza a William Forsythe. No le imita, sino que su talento le facilita una exploración consciente en el aparato estético del norteamericano. Kilian se abre a la asimilación de las corrientes de última hora sin renunciar a su propia voz ni al pasado formal sobre el que asienta su estilo: el ballet clásico como disciplina es fundamento que conoce en profundidad y maneja con soltura. En este sentido Kilian nunca es irreverente con la tradición sino que su genialidad le convierte en decente continuador.

Forsythe estrenó en Reggio Emilia hace ahora tres años la segunda parte de Limb´s theorem. La escenografía era entonces un enorme plano cuadrado que oscilaba sobre los bailarines cuyo dorso, como en el caso del triángulo de Kilian en Stepping stones, dejaba visible los metales de la estructura y con dicionaba la visión del movimiento. Ropa negra, objetos dorados, fuertes luces blancas; pero la materia coreográfica o lectura va aquí por otra vía muy distinta. No hay deconstrucción en Kilian, sino una ordenación en tempo lento, de di bujo muy claro, preciso y terminado.

La obra tiene un argumento interesante: la huella arqueológica y los misterios del objeto hallado o más bien, de los frag mentos de objeto. Los gatos egipcios, especie de sabios en silencio, presencian con la imperturbable serenidad de quien se, sabe eterno, unos ritos ante el tótem en su sentido de antecedente o progenitor. Los bailarines son una consecuencia, pisan sobre la huella que han dejado esas llamadas del pasado.

Es un coro espectral de ocho componentes que puede evocar acaso a Isis, la vencedora de las potencias nocturnas, en palabras de Pierre Grimal. La música de Cage sirve medularmente para crear una distancia, ligeramente atonal, un baile razonado que se basa sobre todo en la tensión de esa oscura relación entre pasado y futuro, lo que de hecho afecta en un sentido ético a la propia dialéctica del ballet, y el coreógrafo hace sutil referencia a ese perpetuum mobile.El programa se completó con dos obras de Duato ya vistas con anterioridad y que forman parte del repertorio habitual de la Compañía Nacional de Danza, ambas fallidas como todo lo que ha hecho expresamente para esta agrupación (le quedan mucho mejor las obras cuando las crea en el extranjero y luego las importa).

Confuso

Coming together es una variante del ballet / paella menos ecléctico que, por ejemplo, Empty pero igualmente confuso en sus imitaciones precisamente a Forsythe (hay frases y recursos tan Iiterales que rozan el plagio). No se explica cómo un hombre de talento como Duato hace estas cosas tan facilonas que dan vergüenza ajena. El nivel de la compañía es actualmente elevado dentro de. lo que se puede ver en el estilo que se baila y destacan claramente las actuaciones de Tony Fabre, Eva López, Mar Baudesson y Luis Martín Oya.

En Cautiva hay, sin embargo, un cambio de gran trascendencia: Nathalie Buisson (una bailarina bastante vulgar que no es capaz de dibujar el malvado personaje de rojo) sale sin antifaz. Marlus Petipa también le quitó a la bailarina el suyo cuando repuso en 1899 Carnaval de Venecia (18 59) y así se sigue representando hoy día. En aquel caso, a pesar de la ausencia de la máscara la coreografía siguió siendo igualmente genial. De Cautiva, lamentablemente, no se puede decir lo mismo.

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