El amor de los inocentes
Él se escuda detrás de la traducción inglesa del libro de Robert Benayoun sobre Buster Keaton, ella tras una cotidianidad conflictiva hecha de caprichosos alimentos, tapioca, jaleas varias, y un hermano-cayado que es su sostén frente a la adversidad. Él también tiene bastón, aunque flexible, como el de Charlot, y lo usa como distintivo, no como apoyo; ella pinta cuadros llenos de colorido, abstracciones caprichosas que moldea con las manos. Él apenas sabe escribir y es la pesadilla de su primo, con quien vive; sobre ella pende la espada de Damocles de una reclu-sión siquiátrica, porque no ha logrado reponerse del trauma emocional que le provocó la muerte de sus padres, en accidente, cuando era una niña.Dos marginados, pues; dos cuyo discurso, que diría Michel Foucault, no circula en el cuerpo social por los mismos cauces que los del resto.
Benny y Joon
Dirección: Jeremiali Chechek. Guión: Barry Bergman. Fotografia: John Schwartzinan. Música. Rachel Portman. Produccion: Susan Arnold y Donna Roth para Metro Goldwin Mayer. EE UU, 1993. Intérpretes: Joliny Depp, Mary Stuart Masterson, Aldan Quinn, Juliane Moore. Estreno en Azul, Luchana, Renoir (Cuatro Caminos).
Ella lo gana a él en una increlble partida de póker, y ahí empieza todo. En realidad, ahí empieza Benny y Joon -aunque Benny no es él, que responde por Sam, sino eI hermano de Joon-, aunque a decir verdad para entonces la película lleva ya consumido un buen tercio de metraje.
Esa es la principal objeción que se le puede hacer al filme: que parta de un guión que, sin mayores esfuerzos, podía haber sido mucho más redondo, más ajustado a lo que verdaderamente interesa, que no es otra cosa que la relación entre esos dos inocentes, angélicos, decididamente simpáticos protagonistas que Johny Depp, y sobre todo Mary Stuart Masterson, construyen con primor.
Homenaje al viejo cine
Todo lo demás, incluido el romance entre Benny y la chica del bar, o las referencias excesivamente didácticas y previsibles al accidente que deja a ambos huérfanos es en el fondo prescindible. Porque la gracia del filme descansa sobre todo en dos elementos: uno, en el homenaje explícito a los mejores logros del slapstick, el viejo cine mudo cómico que sirve de pauta para la actuación de Depp.Y dos, en la reivindicación explícita de la diferencia, de los amores supuetamente contrariados desde su origen y que, en el fondo, están llamados a ser triunfantes por auténticos: por aquí planea, y la referencia es inevitable, la sombra de Tim Burton, a quien Johnny Depp debe, desde la soberbia Eduardo Manostijeras, buena parte de su fama.
Un filme irregular, aunque en el fondo correcto, estimulante por su humildad, por la delicadeza con que pide permiso para concitar la adhesión del respetable.
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