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La NASA se la juega a una carta

Mecánica de lujo en órbita para reparar el telescopio espacial 'HubbIe'

Mañana empezará una de las misiones espaciales más importantes de los últimos años, en la que la NASA, agencia estadounidense del espacio, se juega su prestigio la tras una sucesión de estrepitosos fracasos, duros recortes presupuestarios y bandazos estratégicos.Durante 12 días, los siete tripulantes del transbordador Endeavour -seis estadounidenses y un europeo- intentarán reparar en órbita el telescopio espacial Hubble, lanzado a bombo y platillo en 1990 y convertido a las pocas semanas en símbolo de la incompetencia de Estados Unidos en el espacio en la última década, al comprobarse que tenía un grave defecto de fabricación, una aberración esférica, en su espejo principal.

Para reparar este defecto, cambiar los también problemáticos paneles solares de fabricación europea y efectuar operaciones de mantenimiento, los astronautas tendrán que realizar al menos cinco salidas al espacio y permanecer hasta seis horas seguidas en situaciones potencialmente peligrosas.

Al final, aunque todo vaya bien, todavía habrá que comprobar que las delicadas reparaciones han conseguido su objetivo: mejorar la visión del telescopio y prolongar su estancia operativa en órbita.

Objetivo, la seguridad

El primer objetivo de esta misión conjunta de la NASA y la ESA es la seguridad de los tripulantes. El transbordador no alcanzará el telescopio, situado en una órbita alta, a unos 600 kilómetros de altura, hasta el tercer día de la misión. Entonces lo intentará capturar con un brazo telescópico y situarlo sobre la bodega. Una vez amarrado, cuatro de los astronautas realizarán, por parejas y auxiliados por el europeo Claude Nicollier, que manejará desde dentro el brazo mecánico articulado, los paseos espaciales.

Durante éstos cambiarán los paneles solares del telescopio, en cuyo diseño se han hecho cambios para evitar los temblores que producían los antiguos en el sensible instrumento cada vez que pasaba del sol a la sombra en su órbita de la Tierra. También instalarán una especie de cabina de teléfonos, el módulo Costar, que contiene unas lentes destinadas a corregir el defecto del espejo principal.

Intentarán cambiar asimismo la cámara de gran angular por otra de segunda generación en la que ya se ha incluido la corrección óptica necesaria para contrarrestar la imperfección del espejo, así como elementos de tres giróscopos y dos magnetómetros. Otros objetivos son aumentar la memoria del ordenador de a bordo y arreglar conexiones eléctricas de algunos instrumentos.

Los siete tripulantes llevan ensayando cada una de las operaciones, cada vuelta de tuerca prácticamente, desde hace más de seis meses, en las instalaciones de entrenamiento de la NASA en Houston (EE UU). Se trata de que todo sea casi rutinario, después de tanto ensayo. Sin embargo, astronautas y responsables. de la misión saben que en el espacio las cosas nunca son iguales que en Tierra y están preparados para hacer numerosos cambios sobre la marcha en el calendario previsto.

La estrategia general es evitar riesgos a la tripulación y conseguir realizar el máximo de objetivos, cuya lista ilustra suficientemente sobre la dificultad de la misión. Entre ellos los prioritarios son el cambio de paneles solares, el giróscopo número 2, la cámara de gran angular, el módulo de corrección óptica, el magnetómetro número 1 y el giróscopo número 3. Entre los de prioridad secundaria están las conexiones eléctricas, la memoria para el ordenador y la electrónica del giróscopo 1.

Muy pocos esperan que se consigan todos los objetivos, así que la NASA también ha definido ya lo que se consideraría un éxito total y un éxito mínimo. El mínimo comprendería los tres nuevos giróscopos y la cámara o el módulo Costar. Si no se alcanza el éxito total, es probable que se realice otra misión en un plazo máximo de un año.

Con el Hubble, los astrónomos querían ver las galaxias más lejanas, estudiar los enigmáticos cuásares, detectar agujeros negros, buscar nuevos planetas alrededor de otras estrellas, incluso buscar pruebas de la existencia de materia oscura en el universo. Tal vez lo más espectacular eran las expectativas cosmológicas. Haciendo honor al nombre de Edwin Hubble -el astrónomo que, al darse cuenta de que las galaxias se separan unas de otras, puso la primera piedra para la teoría del Big Bang hace 60 años-, los cosmólogos esperaban poder medir la expansión y la edad del universo determinando con exactitud las distancias de estrellas y galaxias.

Los éxitos alcanzados por el Hubble, a pesar de sus limitaciones, han animado a los astrónomos a esperar con ilusión su reparación. Saben que nunca llegará a ser lo que tanto esperaron, pero no cuándo podrán disponer de otro igual o mejor.

Hasta los límites del universo

Cuando el 24 de abril de 1990, el transbordador Discovery despego con el Hubble en la bodega, terminaba una década de proyectos, retrasos e incertidumbres de los científicos y empezaba, eso al menos creían ellos, una nueva era de la astronomía. El telescopio, sin el velo de la atmósfera, estaba destinado a ver hasta los límites del Universo. Los estudiosos pensaban que asistirían a un cambio en el conocimento del cielo tan crucial como el que provocó el telescopio de Galileo.

La ilusión duró poco: las primeras pruebas indicaron que, además de problemas menores, el telescopio no tenía la capacidad esperada que le iba a permitir hacer esas mediciones tan exactas del cosmos: no distinguía bien objetos de débil luminosidad o muy lejanos. Pero, tras la primera desesperación, los científicos decidieron que tenían allí arriba un buen instrumentoy que algo podían hacer con él. Los programas informáticos para reconstruir matemáticamente las fotos y compensar el defecto empezaron a dar resultados.

En tres años de funcionamiento el Hubble ha tomado unas imágenes insólitas de los planetas, de zonas de evolución estelar en la Vía Láctea, y más lejos aún, de la supernova 1987A, de candidatos a agujeros negros, de cuásares y de galaxias muy distantes. La imagen de un cuásar multiplicada por e efecto gravitacional de un objeto masivo interpuesto confirmó una predicción de Einstein.

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