El adiós a la vida de Mahler
Subió al podio del Auditorio Nacional, una vez más, la Orquesta Filarmonía de Londres con su director musical al frente. Se trata del conocido y propagado Giuseppe Sinopoli, veneciano, de 47 años, compositor y director después de doctorarse en Medicina y amador extremo de la obra de Mahler. En ella nos da, justamente, lo mejor que tiene su batuta, hecha en Viena al lado de Hans Swarowsky (Budapest, 1899-Salzburgo, 1975), tan famoso o más como pedagogo que en su condición de director en ejercicio.Programó Sinopoli en su primera actuación para Ibermúsica la más enigmática y desolada sinfonía de Mahler: la número 9, escrita entre el verano de 1909 y abril de 1910, un año antes de la muerte del compositor. Bruno Walter liga, con fundadas razones, la Novena sinfonía a La canción de la tierra, que la presidió y cuyo Adiós de la última melodía se prolonga y profundiza instrumentalmente en la sinfonía.
Orquesta Filarmonía
Ciclo Ibermúsic a / Fundación Tabacalera. Director: G. Sinopoli. Novena sinfonía de Mahler. Auditorio Nacional de Madrid. 26 de noviembre.
Ciertamente, el primer movimiento, consecuencia de ese Adiós, encierra lo más interesante de una partitura que culmina en lo expresivo en el adagio final. Desde el andante del comienzo, Mahler -según nota marginal inscrita en la partitura- evoca los días desvanecidos de la juventud", en tanto en el desfalleciente adagio, no falto de tensión, sino todo lo contrario, acumulativo de tensiones musicales y psicológicas, parece extinguirse con la música la vida del compositor hasta una frontera tras la cual sólo existe el ignorado y misterioso "más allá", como subraya A. Liberman en su nota del programa.
Gran calidad
La calidad extraordinaria de los profesores de la Filarmonía resulta especialmente apta para ese lirismo que parece alzarse y caer a cada paso, hasta que el adagio tensa con nobleza la continuidad melódica y la textura orquestal. Incluso cabe pensar que todavía puede sacarse mayor partido a esta formación que el que extrae de ella Giuseppe Sinopoli en su afán, como buen compositor contemporáneo que es, de verlo todo desde la barrera de la modernidad.Hay, entonces un predominio estilizador tan bello por una parte como limitativo por otra. En el centro de la obra habitan recuerdos y memorias de otros días en la sencillez popularista del Landler o en la gracia sin felicidad del contrapuntístimo rondoburlesca, ejemplo de ese especial sentido de lo grotesco-dramático, presente ya en la primera sinfonía.
El público vivió con ensimismado interés la hora y media de duración de la obra, y al final, que impone una pausa de silencio, dedicó a la orquesta visitante y a su maestro largos aplausos.
Babelia
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