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El restaurado 'Juicio Final' de la Capilla Sixtina desata la polémica de las 'bragas de autor'

Los frescos de Miguel Ángel serán mostrados al público en su totalidad en abril

Cuando, la próxima Pascua, los visitantes puedan admirar en todo su esplendor, en la Capilla Sixtina, el Juicio Universal de Miguel Ángel, tras una restauración de cuatro años, descubrirán colores inesperados y de una luminosidad hasta ahora escondida por 450 años de humo, colas y contaminación. Y descubrirán también la desaparición de algunos de los 38 pañales varios que la última sesión del Concilio de Trento, a finales de 1563, y posteriores censuras sobrepusieron a los originales desnudos del artista. Se han conservado las consideradas bragas de autor.

La caída de bragas y calzones en el Juicio Final es consecuencia de un largo debate llevado, obviamente, no sólo en términos de pudor. La mayor parte de tales prendas fueron añadidas en los siglos XVII y XVIII, cuando el escándalo de los papas seguía sin calmarse, pero, y sobre todo, cuando el enorme fresco de 180 metros cuadrados estaba ya sucio. Al ser ahora limpiado, y reaparecer los colores iniciales de Miguel Ángel, mucho más claros, el efecto era el contrario del pretendido entonces: se resaltaban las temidas partes pudendas, oscuras formas sobre un mar de tonalidades luminosas."No sólo no pueden ser considerados documentos como los que pensamos conservar para la historia, sino que ni siquiera sirven a la intención inicial", ha dicho el profesor Fabrizio Mancinelli, director de Arte Medieval y Moderno de los Museos Vaticanos y uno de los responsables de la restauración.

Las que sí serán conservados son las llamadas bragas de autor, añadidas en la segunda mitad del siglo XVI, cuando el espíritu trentino no se andaba con bromas, por Daniele Da Volterra, llamado alusivamente Maestro Braghettone (Maestro Calzones), alumno de Miguel Ángel. De hecho, todavía vivía Buonarrotti, y hacía sólo cinco años que había sido inaugurado el Juicio Final.

Pañales añadidos

Fueron los de Volterra, dicen los expertos, pañales añadidos con pericia por uno de los mejores pintores del siglo. Aparte de que cubrió las miserias de los personajes de la corte celestial con la técnica del fresco, usando el cincel para extender luego nuevo revoque, lo que hace prácticamente imposible eliminar la pintura. Mientras que los pintores posteriores, autores más desconocidos de lo que aquí se han llamado "bragas sin firma", trabajaron al temple, más fácil de remover.Por lo demás, Mancinelli ha resaltado cómo Miguel Ángel trabajó con distintos pigmentos en la bóveda y las paredes de la capilla que Sixto IV le encargara y en el Juicio Final, donde "en vez de los esmaltes azules, escasamente empleados en la bóveda, en la pared triunfan los azules lapislázuli, carísimos 'ultramarinos' comprados en Venecia y Ferrara y que, a diferencia de los otros colores, iban siempre específicamente indicados en los pedidos pontificios".

Tanto la técnica empleada como los colores han sido más importantes, en estos años de restauración, que cualquier consideración púdica. Y por ello habrá figuras que puedan recuperar su desnudez natural, como San Andrés Apóstol, actualmente dotado de unos superpañales enormes y demasiado oscuros, y otros que mantendrán los calzones para la eternidad, casos de San Pedro y San Juan Bautista. El escueto calzoncillo de piel que porta el Bautista y que le puso Volterra, está considerado como una auténtica obra de arte; otro similar hizo el Maestro Calzones al primer Papa, pero en los siglos posteriores le recargaron el atuendo.

Sobre las bragas y pañales a eliminar decidirá un comité especial, y ya en tiempos breves, dado que Juan Pablo II presidirá el próximo mes de abril una ceremonia solemne para celebrar el final de la restauración de la Capilla, que han durado trece años y costado 12 millones de dólares, que han sido aportado por la televisión japonesa.

Los trabajos de la Sixtina fueron polémicos desde un principio, hasta el punto de que Gianluigi Colalucci, jefe de los restauradores, cuenta que llegó a oír auténticas barbaridades sobre lo que allí realizaban, "como que lo que estábamos haciendo era una operación de embellecimiento para que a los japoneses les salieran más bonitas las fotos".

Nueva York fue el principal centro de la polémica, hasta el punto de que se organizaron expediciones para venir a ver los trabajos y, a la vuelta, tranquilizar a los pintores. Hubo algunos que opinaron que, con la desaparición de las sombras que habían sido dadas con posterioridad a la obra de Miguel Ángel, el artista había perdido dramatismo.

Al restaurar las lunetas laterales de la Sixtina se descubrió también la mano de la censura: en la llamada Salmon-BoozObeth una mujer abrazaba a su hijo, que estaba en actitud de ser alimentado por ella. Bastó pasar una mano por el manto rojizo para que apareciera debajo un nutriente pecho.

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