Javier Maqua recupera la infancia de la posguerra

"La infancia no es un paraíso, es un infierno", dijo Javier Maqua ayer en la presentación de su novela Uso de razón (Alfaguara). "He hecho ese viaje al infierno, de la mano de un ángel ciego". La novela cuenta la infancia de un niño, Cándido, dividido por sus dos orígenes de clase, la nobleza venida a menos en la España franquista y una pequeña burguesía empobrecida representada por la tía Lucía, que es ciega pero lo ve todo.Dos barrios de Madrid, Fortuny -esa casa llena de contradicciones en que se cría este niño de derechas- y Vallecas -ese barrio donde los chavales aprenden la vida en la calle-, son los escenarios, autobiográficos según el autor de esta novela, segunda de las entregas de una crónica en tres tomos del Madrid de este siglo. Lucía, que aparece casi como leyenda y guía en esta revisión de la infancia, estaba ya en el primero, Invierno sin pretexto (Alfaguara), y tendrá que aparecer en el próximo, el que cubrirá de los sesenta a los noventa, aunque Maqua asegura tener prácticamente lista otra historia de la misma saga, Madrid fin de curso, situada en el año 91.

Javier Maqua, hombre de teatro, de radio y de televisión, que dice no haber hecho otra cosa en su vida que escribir y, venido del mundo de la ciencia, ser absolutamente autodidacto ha recuperado en esta novela una memoria hasta ahora vacía en las letras españolas. "La posguerra había sido contada por adolescentes de entonces, no por los que éramos niños. Y por hijos de rojos, si se puede decir. Yo, que soy un rojo, era un crío de derechas educado en la sobreprotección del silencio nacional católico. Nuestra historia la hemos leído después en las novelas de los otros". Otros que, como Juan Marsé, tienen un homenaje en este libro, del que Juan Cruz dijo que destila una especial ternura.