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Representantes políticos del IRA dicen haber dialogado en secreto durante seis meses con el Gobierno británico

Enric González

El Gobierno británico parece decidido, por fin, a asumir todos los riesgos necesarios para pacificar Irlanda del Norte. El primer ministro, John Major, repitió el lunes por la noche su disposición a integrar al Sinn Féin, el brazo político del IRA (Ejército Republicano Irlandés), en una negociación formal en cuanto dicho partido renuncie a la violencia. La reacción fue de indignación entre los unionistas. Un diputado del Partido Unionista del Ulster pidió la prohibición total del Sinn Féin.Por su parte, el líder del rostro legal del IRA, Gerry Adams, descalificó la oferta y afirmó que Major no quería la paz, pero reveló simultáneamente una supuesta negociación secreta de medio año con el Gobierno de Londres. La confusión y el revuelo político eran ayer formidables en Belfast. Y sin embargo, entre el tumulto de declaraciones feroces, se percibía por primera vez en muchos años la posibilidad de que las cosas empezaran a cambiar.

El discurso de Major sobre la pacificación de Irlanda del Norte no ofreció grandes novedades. El primer ministro ya había tendido una mano al Sinn Féin y, por tanto, al IRA, hace un par de semanas, cuando se produjo el más reciente estallido de violencia sectaria entre nacionalistas proirlandeses y unionistas probritánicos. Pero Major hizo un énfasis nuevo, al señalar que en una futura negociación entre todos los partidos norirlandeses nadie tendría derecho de veto. La más vieja y querida prerrogativa de los unionistas radicales quedaba anulada de un plumazo. De repente se abría la posibilidad de que fueran los unionistas de lan Paisley, y no el Sinn Féin, los grandes marginados en una nueva situación política. Y de que los pistoleros unionistas de la Unión de Defensa del Ulster (UDA) aceleraran su tendencia a sustituir al IRA como motor de la violencia.

Traición de Major

La reacción al mensaje del primer ministro fue muy ruidosa. En el Partido Unionista del Ulster y en el Partido Unionista Democrático, las dos fuerzas políticas norirlandesas con mayor respaldo electoral, se echaron las manos a la cabeza. Major, clamaban, les ha traicionado.El furor unionista podía parecer desmesurado. Major, al fin y al cabo, insistía en una vieja reivindicación de los probritánicos: que el IRA abandonara las armas "de una vez para siempre. Debía haber algo más, alguna causa profunda y no declarada. La situación era muy confusa. Pero un indicio de que algo podría estar ocurriendo entre bastidores fue una insólita declaración de Gerry Adams, según el cual el Gobierno había mantenido, a través de funcionarios y durante casi seis meses, contactos regulares con el Sinn Féin.

El ministro para Irlanda del Norte, Patrick Mayhew, negó en redondo que hubiera habido tal diálogo encubierto. Pero el líder del Sinn Féin insistió en que sí hubo contactos y dio incluso fechas: desde enero hasta junio de este año, cuando se interrumpieron por el pacto parlamentario de Major con los unionistas para conseguir la ratificación del Tratado de Maastricht. Mayhew matizó su desmentido en posteriores declaraciones.

El Sinn Féin es un partido legal y, hasta las elecciones de 1992, Gerry Adams fue diputado por West Belfast, aunque nunca acudió a Westminster para recoger su credencial parlamentaria.

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En el terreno de las declaraciones, el tremendismo era muy notorio, incluso para una sociedad tan acostumbrada al fundamentalismo como la norirlandesa. "Jamás negociaremos con un partido, el Sinn Féin, cuyo pasado y obras son tan oscuros como el infierno y están manchados con la sangre más preciosa de la ciudadanía decente de este país", declaró el sacerdote presbiteriano Ian Paisley.

Los Unionistas del Ulster, el partido más votado y cuyo líder, James Molineaux, sería una figura crucial en cualquier negociación, se mostraron igualmente incómodos. "Major ha lanzado una mala señal a los terroristas: les ha confirmado que las bombas y los asesinatos sirven para alcanzar objetivos políticos", declaró el diputado Martin Smyth.

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