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Arafat pide que cese la violencia contra Israel

Emplazado por Israel y Estados Unidos a condenar el asesinato de un colono judío por supuestos seguidores de Al Fatah, el presidente de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), Yasir Arafat, instó ayer a los árabes de los territorios ocupados a poner fin a la violencia contra Israel. El llamamiento, interpretado como la más explícita orden de la OLP para terminar con seis años de rebelión palestina contra la ocupación israelí en Gaza, Cisijordania y Jerusalén oriental, fue un intento por evitar que el secuestro y asesinato del joven colono judío Haim Mizrahi en las afueras de Ramala el pasado 29 de octubre termine por torpedear el proyecto de paz entre la OLP e Israel.

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"Condenamos el asesinato del colono israelí", dijo Arafat en una declaración formulada a la agencia palestina de noticias Wafa, en Túnez. Y agregó: "Esta operación fue realizada sin conocimiento del liderazgo" de Al Fatah, la principal facción de la OLP. "Exigimos a todos cumplir con lo acordado [con Israel] y a poner fin a los actos de violencia a fin de salvaguardar el proceso de paz", dijo el líder palestino. El primer ministro israelí, Isaac Rabin, mostró ayer su disposición a que se reanudaran las conversaciones con los palestinos tras la declaración de Arafat.Pero los israelíes están furiosos, el Banco Mundial está impaciente y Jerarcas de la OLP ya han dado un virtual ultimátum al liderazgo. En suma, Yasir Arafat estaba ayer en la familiar situación de crisis en múltiples frentes. Miembros de la OLP admiten que la situación es grave y en algunos círculos palestinos incluso ya se habla de un posible "golpe de Estado" contra Arafat.

En una pequeña escuela de Túnez, la plana mayor de la facción Al Fatah debatía ayer en secreto planes para extraer a su jefe del rincón al que ha sido empujado por hechos concretos y un torrente de críticas internas y externas. En juego está el futuro del proyecto de paz con Israel y la dirección misma de la OLP.

Sombrías como se perfilan las perspectivas para Arafat, la tendencia dominante era a guiarse por la experiencia. El maestro de la supervivencia ha capeado incontables temporales y ha demostrado cuán errado resulta escribir su epitafio político. Pero esta vez la situación se pinta particularmente precaria.

Los problemas de Arafat se multiplicaron con vertiginosa velocidad la semana pasada. Primero fueron los renovados ataques internos a su viejo estilo autocrático. Luego, a la ineptitud de los actuales organismos de la OLP. La acusación israelí de que sus seguidores ignoran la tregua acordada tras la firma del acuerdo de paz hace dos meses no hizo más que multiplicar los dolores de cabeza del veterano dirigente.

Anoche era imposible saber si las palabras de Arafat iban a satisfacer las demandas del Gobierno del primer ministro Isaac Rabin, quien supeditó el futuro de las negociaciones con los palestinos a la formulación de una pública y enérgica condena del asesinato de Mizrahi, inicialmente atribuido, a militantes integristas del Hamás.

El Ejército israelí dijo el viernes que cinco palestinos de Al Fatah confesaron ser los autores de ese crimen. Es improbable que la declaración de Arafat aplaque la ira de los sectores israelíes que luchan contra las negociaciones con la OLP.

Oposición interna

También queda por conocerse la reacción de sus rivales políticos. El pasado martes, en Damasco, los líderes de la recién formada alianza opositora anunciaron que habían asumido el liderazgo de la Intifada. El bloque lo encabezan los frentes Popular y De mocrático para la Liberación de Palestina (FPLP y FDLP).

El viernes, Arafat, que esta semana viaja a España, tuvo que acortar su visita a Portugal para regresar a Túnez, la sede de la OLP. Le esperaban, entre otros, los siguientes problemas:

1. La amenaza de una rebelión. Un documento que circula entre dirigentes en el exilio y miembros de la delegación en el proceso de paz, demanda la reducción de los poderes de Arafat, así como reformas al aparato de poder. Según una versión difundida en Aminán, Taysir Aruri, uno de los redactores del documento, declaró: "No estamos satisfechos con el funcionamiento del liderazgo ni con el carácter de las negociaciones y los preparativos para el establecimiento de una autoridad nacional".

2. La erosión de credibilidad palestina en el ámbito internacional. La más seria advertencia vino del vicepresidente del Banco Mundial para asuntos de Oriente Próximo y África del Norte, Caio Koch Wessner. El funcionario dijo que si la OLP quiere comenzar a recibir ayuda económica (2.000 millones de dólares, en principio) debe designar inmediatamente un director general y expertos idóneos para administrar fondos asignados a apuntalar la economía de Gaza y Jericó, los territorios que obtendrán primero autonomía.

3. La desconfianza en el seno de la OLP. La tecnocracia palestina insiste en que Arafat debe renunciar a su monopolio absoluto de poder en las decisiones económicas de la organización.

4. El emplazamiento israelí para que Arafat ordene la suspensión definitiva de la rebelión palestina contra Israel en los territorios ocupados, o Intifada.

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