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La gestión del agua

En la Comunidad de Madrid se consumen alrededor de 600 hectómetros cúbicos anuales, lo que significa que gastamos a razón de más de 300 litros por habitante y día, lo que nos coloca entre las personas que más agua consumen de Europa y entre los primeros del mundo. Además, salvo este año, el nivel de consumo se incrementa progresivamente.Para satisfacer esta demanda existen 13 embalses, con una capacidad superior a 900 hectómetros cúbicos, por lo que, en un año normal, el agua almacenada es bastante superior a las demandas de la población, vertiéndose, por tanto, agua de los embalses. Sin embargo, en algunos años secos, el volumen de agua obtenido es inferior a la demanda, siendo estos años en los que los promotores de embalses y otras grandes infraestructuras presionan para la construcción de otros nuevos. Éstos producen, en general, un enorme impacto ambiental, al destruir valles completos, con su vegetación y su fauna, así como un enorme impacto social, al destruir pueblos y amplias extensiones de tierras de cultivos. Si las carreteras y autovías hubiese que dimensionarlas para los días y horas punta, deberían tener cada una 20 carriles o más. Igual de absurdo es diseñar un sistema de embalses de cara a los años o meses más secos del siglo.

De todas maneras, lo fundamental es frenar el incremento anual del consumo de agua que se produce en Madrid. Actualmente, la eficiencia de utilización del recurso en nuestra región es bastante baja, y la reutilización de las aguas residuales, prácticamente anecdótica, cuando son éstos los dos pilares fundamentales en la gestión del agua en países como Israel o Estados Unidos. Las pérdidas en la red de distribución en Madrid, aunque globalmente no resulten muy altas, sí son muy desiguales, y existen conducciones con más de 100 años de edad.

Para el riego de parques y jardines se emplea un volumen de agua potable similar al que utiliza para abastecimiento toda la población de Navarra, cuando perfectamente podría utilizarse agua reciclada procedente de las depuradoras de aguas residuales, mediante el establecimiento de dobles redes de distribución. Asimismo, los campos de golf en Madrid consumen un volumen de agua potable similar al de una ciudad de 120.000 habitantes, cuando también podrían utilizar agua reciclada. A partir de un cierto nivel de consumo, superado ampliamente en esta región, un incremento del mismo no trae consigo una mejora de la calidad de vida.

Para ello, es necesario concienciar a la población y sobre todo arbitrar las medidas adecuadas para conseguir reducir el consumo. ¿En qué perjudica a la calidad de vida el reducir el volumen de las cisternas, o el favorecer el establecimiento de difusores de agua y cabezales de ducha de bajo consumo?

Finalmente, un elemento que está influyendo en un incremento del consumo en Madrid es la masiva construcción de viviendas con parcela, que suelen ser recubiertas de césped, con un enorme gasto de agua. Frente a esta opción, existen varias soluciones, ninguna excluyente: aplicando a los precios del agua una política de bloques, incrementándolo sustancialmente a partir de un cierto nivel de consumo (superior al habitual de cualquier familia), multiplicando el precio por 30 o más, tal y como se está llevando a cabo en numerosas ciudades del mundo, con notable éxito (por ejemplo, en el caso de Bogor, en Indonesia, con una política de bloques se consiguió disminuir el con sumo doméstico de agua a casi el 30%); limitando la superficie de césped en cada parcela a un pequeño porcentaje, tal y como ocurre en numerosas ciudades; o difundiendo el valor estético de los jardines xerofíticos (empleo de especies poco exigentes en el consumo de agua), cada vez más extendidos en Estados Unidos, Canadá, Australia y México. En definitiva, si se adoptasen en la Comunidad de Madrid las medidas antes descritas, hemos estimado que se ahorraría un volumen de agua similar al que consumen más de dos millones de personas.

Sin embargo, los objetivos de los responsables de la gestión del agua en Madrid, el Canal de Isabel Il y la Confederación Hidrográfica del Tajo, van por otros derroteros. Cualquier excusa es buena para la construcción de grandes infraestructuras. Así, la confederación está llevando a cabo actualmente las obras de un trasvase de agua desde el embalse de Picadas al de Valmayor que probablemente nunca llegue a utilizarse, según ha indicado la propia Comunidad de Madrid, produciendo un enorme impacto medioambiental (ha supuesto el derribo de 15.000 a 20.000 encinas de gran porte). También prevén construir dos nuevos embalses en Guadalajara (Matallana y Pozo de los Ramos) para abastecimiento de Madrid, que generarían un enorme impacto medioambiental y que, como hemos visto anteriormente, perfectamente podrían evitarse.

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Por todo ello, desde Aedenat-CODA apelamos a los máximos responsables de la Comunidad de Madrid y del Ministerio de Obras Públicas y Transportes para conseguir que la política hidráulica en Madrid se dirija prioritariamente, sin afectar a la calidad de vida de los ciudadanos, a disminuir el actual consumo, principalmente a base de incrementar la eficiencia en la utilización del recurso, aumentando su reutilización y favoreciendo la adopción de medidas encaminadas a evitar el actual derroche (cisternas de menor capacidad, etcétera).

Consideramos que la gestión del agua en Madrid debe intentar parecerse a la que se realiza en un elevado número de países donde se ha alcanzado en este tema un cierto grado de racionalidad y eficacia. Sin embargo, la que se sigue actualmente en Madrid por parte de las administraciones públicas responsables de la gestión del agua, y en España entera en general, se encuentra en un nivel bastante inferior no sólo al de los países desarrollados, sino también al de numerosos países de Latinoamérica, Asia y África.

Santiago Martín Barajas es miembro de la asociación ecologista Aedenat-CODA.

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