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La Gradisca vive

Andrés Fernández Rubio

ANDRÉS F. RUBIO, ENVIADO ESPECIAL

Rímini busca las huellas de Federico Fellini por la ciudad donde nació y a la que convirtió en lugar mítico gracias a Amarcord. Y mientras los rimineses comenzaban ayer por la tarde a desfilar masivamente ante la capilla ardiente instalada en el antiguo teatro municipal, el rastro del Fellini vivo, amante y creador de fábulas, conducía a una pequeña casa junto al río en la que un perro triste hace la guardia.

Dentro, alejada del mundo y enferma del corazón, vive, a los 78 años, Gradisca Morri, de quien la leyenda dice que inspiró a Fellini en el más inolvidable personaje de Amarcord aquella mujer, la Gradisca, que conmocionaba a los hombres a su paso frente al café Commercio y que, al tiempo que la espiaban con la nariz en el cristal, les creaba apetito, hambre, ganas de leche".

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Ésa es la leyenda que envuelve a Gradisca Morri, porque en el relato cinematográfico la Gradisca es apodada así debido a un episodio del pasado del personaje, aquel en el que, entregada a un príncipe que pasaba por la ciudad con la recomendación de que se comportara con respeto, ella, ya desnuda en su presencia y siguiendo fielmente la advertencia, le dice: "Gradisca" (término formal que equivale en español a "sírvase").

Pero Gradisca Morri, a la que la casualidad bautizó con tan extraño nombre en recuerdo del lugar donde su padre pasó sus años de milicia, no cree en los argumentos del cine, y, en 1975, demandó a Fellini para obtener 20 millones de liras a fin de que su nombre no fuera nunca más utilizado malamente. Perdió el juicio.

La anciana Gradisca Morri, que, a juzgar por las fotografías, era en su juventud de una desbordante belleza meridional, seguramente no dejará hoy su casa para visitar la capilla ardiente del cineasta que le dio resonancia mundial. El lugar estará abierto al público hasta las 14.30 de hoy, y, media hora más tarde, el escritor y amigo de Fellini Sergio Zavoli leerá un discurso de despedida. Después, el féretro será conducido al cementerio y enterrado en el panteón familiar.

La otra mujer que sí es probable que acuda al entierro de Fellini será Dorina, conocida ya para siempre como la enfermera Dorina, cuidadora fiel del cineasta en su reposo riminés tras el ataque que sufrió en agosto, y a la que su posesivo marido no dejó seguir a Fellini camino de Ferrara al hospital de rehabilitación.

Dorina, último símbolo literario en el universo del gran mago, dijo ayer de los días de hospital junto a Fellini: "Me hacía reír siempre".

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