"El metro de Madrid es como la montaña rusa"
No sabe dónde nació, pero desde que le funciona la consciencia se tiene a sí mismo por vecino del barrio de las Ventas. Hijo de una actriz, Amparo Valle, y de un director de escena, Gerardo Malla, el cantante del grupo Ronaldos, desde chiquitito, no ha querido otra cosa que comerse el mundo subido a un escenario. Ahora, a los 24 años, con siete más que cuando comenzó a cantar y la misma carita de no haber roto un plato, vende discos a placer, llena conciertos, está en dos repartos de la cartelera madrileña, Madregilda y Dispara, y estudia su primer papel protagonista para el cine. Será en una película de Juan Miñón llamada El rey de Nápoles. Después de ser soldado con Francisco Regueiro y violador de extrarradio con Carlos Saura, algunos escenarios urbanos, como el metro madrileño, le parecen tan vertiginosos como la montaña rusa. No sabe montar en moto, pero sueña con emular a Indiana Jones. Por orden cronológico, Coque Malla ha sido primero cantante y luego actor. Igual podría haber invertido el orden, ya que, mientras rendía un culto adolescente al rock and roll, la profesión de actor iba por dentro.Pregunta. ¿Se puede ser actor sin actuar?
Respuesta. Naturalmente que sí. Un actor debe serlo por dentro, y yo siempre he sabido que terminaría subido a un escenario, o delante de una cámara. La música y el cine me tienen completamente enganchado, ambas cosas por igual. Estamos con el último disco de Ronaldos, que me vuelve loco, pero tendremos que interrumpir la grabación para que yo pueda rodar El rey de Nápoles.
P. Si tenía poca cara de malo para ser violador, casi pega menos en el papel de un cantante de ópera.
R. Pues fue precisamente mi aspecto de niño lo que más le gustó a Saura para darme el papel en Dispara. De lo otro no debo hablar demasiado, pero sí, seré cantante de ópera ambientado en el siglo XVII, y es un personaje maravilloso.
P. ¿Le ha llegado demasiado pronto el papel protagonista?
R. No. Yo me lo esperaba. Creo que me lo hago muy bien, y no quiero que resulte chocante esta seguridad. Lo primero que tiene que hacer un actor es gustarse a sí mismo.
P. Pero no deja de ser sorprendente. Actores mucho más veteranos que usted siempre se muestran insatisfechos, queriendo repetir las tomas.
R. Ah, eso es otra cosa. Cuando me veo, digo: "Vaya, podría haberle puesto más fuerza", pero soy bueno. Tampoco es que me crea Marlon Brando...
P. He leído por ahí que es usted un rendido admirador de la M-30.
R. ¿Sí?, pues seguro que lo habré dicho alguna vez. Madrid me encanta toda enterita. A pesar de los pesares, a pesar de que muchos amigos míos se están marchando de aquí, ésta es una ciudad que me mola muchísimo.
P. Ha sido protagonista de un cortometraje junto a Ariadna Gil, premiado con un Goya y rodado íntegramente en el metro madrileño.
R. Sí, se llama El columpio, y además de eso compuse la música y me impliqué muchísimo porque el director, Álvaro Fernández Armero, es mi mejor amigo; Ariadna, también. Fue estupendo, sin pelas y, a toda pastilla.
P. ¿Y qué me dice del escenario?
R. En siete años he ido una sola vez al metro. Recuerdo que era de noche y dije: bueno, no estará muy lleno. Fue como si me montara en una montaña rusa. No es por nada, pero cuando está lleno de gente... todo el mundo te mira, es un poco coñazo.
P. ¿Cómo recuerda las primeras épocas de Ronaldos tocando y trasnochando en el Agapo de Madrid?
R. Horrorosas. No lo digo por el Agapo, sino por la espesura de tener 16 años, muchos granos en la cara y estar todo el día comiéndote el tarro. No era nada feliz.
P. Se sabe que va usted mucho al cine. ¿No cierra bares?
R. El cine me encanta, pero sigo saliendo al menos un par de días a la semana. Claro que ya no puede quedarse uno de marcha hasta las nueve de la mañana.
P. Después de las últimas elecciones, Felipe González organizó una cena de agradecimiento con varios artistas, entre los que estaba usted. Cuénteme algo.
R. Lo más gracioso fue el final. El presidente nos despidió diciendo: "Bueno, hay que levantar el campamento, que mañana tengo que gobernar".
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