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Llamada a los intelectuales pasivos

Andrés Fernández Rubio

Un actor termina la representación teatral de Esperando a Godot. Se oyen los aplausos del público. Él abandona un pequeño teatro, monta en la bicicleta y vuelve a casa. La escena sería una más de la vida cotidiana de cualquier ciudad de Europa; pero no en Sarajevo. El actor pedalea mientras se oyen los sonidos de las balas como fondo."Lo que más me impresiona de ese momento del documental es su elementalidad", dice el escritor Julio Llamazares. Y añade que estamos demasiado acostumbrados a imágenes de guerra que no alcanzan a tener sentido ni dimensión humanas.

Como Llamazares, los cientos de personas que ayer llenaron el teatro María Guerrero de Madrid para asistir al estreno del documental Esperando a Godot en Sarajevo, de Nicole Stéphane, guardaron un silencio sobrecogido mientras pasaban los títulos de crédito finales. Stéphane, que produjo la película Morir en Madrid, hizo la sucesión que puede establecerse entre cualquier guerra civil: "Morir en Madrid, morir en Sarajevo".

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José Luis Gómez, actor que le puso voz a aquella producción sobre la guerra española, recordó ayer, viendo en el documental a los actores ensayando a Beckett entre la luz de las velas, el poder del teatro para reflejar el drama humano, la interminable espera y la esperanza que muestra uno de los actores, ya fuera del escenario, de que Godot llegue.

En el documental aparece Susan Sontag, la directora de ese precario montaje de Esperando a Godot que se representó en Sarajevo el pasado verano. La escritora norteamericana se muestra sorprendida de la poca gente que ha ido a esa guerra. "Vienen un día, dan una rueda de prensa y se van", se jacta Sontag, para luego lamentarse de que se trata del concepto opuesto al de los intelectuales activos, combativos y combatientes de la guerra de España.

A la pasividad de los intelectuales también se refirió Joaquín Estefanía, director de EL PAÍS y encargado de presentar ayer el libro que compila las crónicas de Sarajevo de Juan Goytisolo aparecidas en este periódico. Destacó del texto que refleja la abdicación de intelectuales y políticos ante el exterminio de los musulmanes bosnios, y de Goytisolo su compromiso intelectual frente a la neutralidad de algunos predicadores de la intelligentsia.

La ministra de Cultura, Carmen Alborch, que asistió al acto, anunció su apoyo a la declaración de Sarajevo como Capital Cultural de Europa durante los tres primeros meses de 1994. Tanto Goytisolo como Nicole Stéphane son firmes defensores de esa capitalidad y hacen un llamamiento a la sociedad civil para que presione en todos los frentes.

La finalidad de esto es que el ir y venir de los artistas a esta ciudad ayude a silenciar el asedio serbio y devuelva parte de su vitalidad a la que ahora es la ciudad más triste de Europa, y quizá del mundo.

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