Torpe policiaco de director desconocido
Al igual que el gran clásico El crepúsculo de los dioses (1949), de Billy Wilder, el policiaco La marca del asesino está narrado a lo largo de una amplia vuelta hacia detrás narrativa que cuenta el protagonista muerto. Y lo mismo que en las mejores novelas policiacas del gran especialista Ross MacDonald las acciones de sus protagonistas están marcadas por algo terrible que les ocurrió muchos años atrás.Las posibles comparaciones terminan ahí y sólo son mínimos puntos de referencia que no tardan en volverse contra La marca del asesino. En la medida que El crepúsculo de los dioses es un excelente policiaco psicológico que da una interesante visión sobre el mundo del cine mudo, y las novelas de Ross MacDonald se sitúan entre las grandes del género. Y, por el contrario, La marca del asesino es uno de los más torpes, aburridos, tramposos y tontos policiacos que el cine norteamericano nos ha ofrecido en estos últimos tiempos.
La marca del asesino
Trace of red. Director: Andy Wolk. Guionistas: Jim Piddock. Música: Graeme Revell. Estados Unidos, 1992. Intérpretes: James Belushi, Lorraine Bracco, Tony Goldwyn, William Russ. Fotografía: Tim Suhrstedt. Estreno en Madrid: Palafox, Palacio de la Prensa, Vaguada, Velázquez, Albufera y Parquesur.
La intriga gira en torno a un asesino de mujeres, a unos anónimos que recibe el tosco policía que realiza la investigación, a la posibilidad de que sea él el asesino y a una absurda mujer que reacciona según las llamadas vampiresas de antaño, pero sin ninguno de sus atractivos y con todos sus defectos.
Por culpa de un tosco guión firmado por Jim Piddock, que ni siquiera es digno de tal nombre, y una rutinaria realización del cineasta desconocido Andy Wolk, el resultado queda mucho más cerca del burdo telefilme rodado deprisa y corriendo que de la menos interesante de las películas.
Actores sin atractivo
A ello se unen unos intérpretes muy poco atractivos, que ni siquiera parecen creerse el trabajo que están haciendo. Tanto un James Belushi cada vez más terrible y una nunca muy afortunada Lorraine Bracco, que aquí incluso está mal fotografiada y no resulta ni mínimamente atractiva, como los muy poco conocidos Tony Goldwyn y William Russ, que a duras penas consiguen dar el tipo y no resultan nada convincentes.De manera que lo único que realmente funcionan son unas originales localizaciones en Florida, en la zona de Palm Beach, pero son desaprovechadas sistemáticamente.
En la medida que la torpeza de la narración, a pesar de que como suele ocurrir en estos casos el asesino es quien aparentemente tiene menos motivos para serlo, hace que cualquier aficionado al género mínimamente espabilado descubra quién es a mitad de la película.
Babelia
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