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El día después de Maastricht

La idea de una Europa de 'geometría variable' vuelve a abrirse paso entre los Doce

Lluís Bassets

La entrada en vigor del Tratado de Maastricht, el próximo 1 de noviembre, puede dar pie a una iniciativa de reactivación de la construcción europea por parte de un grupo de países decididos a evitar la deriva hacia una zona de libre cambio sin cohesión política ni capacidad de decisión, según fuentes de la Comisión Europea y de varios países miembros. Esta iniciativa podría consistir en la creación de un núcleo duro dentro de la CE, en el que se integrarían los países más decididos a prescindir de los inconvenientes planteados por el Reino Unido.

Esta iniciativa vendría facilitada por la propia sentencia del Tribunal Constitucional, que exige garantías de control democrático por los parlamentos, pero no cierra el paso a ulteriores desarrollos de la Unión Europea. La sentencia del Tribunal de Karlsruhe refuerza la visión federalista europea, según afirmó el presidente de la Comisión, Jacques Delors, ante las cámaras de televisión alemanas el mismo día en que desaparecía el último obstáculo para la entrada en vigor del tratado.

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En esta misma intervención, Delors ya insinuó la posibilidad de organizar lo que se denomina una Europa de geometría variable, en la que se organice una amplia zona de cooperación económica alrededor de una almendra formada por un grupo de países de vocación más federalista. Varios datos permiten pensar que, efectivamente, algunos Gobiernos están ya preparando una iniciativa de este tipo. Ante todo, la voluntad de todos los socios a excepción del Reino Unido de aplicar el tratado en lo que se refiere a la segunda fase de la Unión Económica y Monetaria (UEM), que significará la instalación del Instituto Monetario Europeo (IME) en Alemania el próximo 1 de enero.

En esa misma dirección se está organizando la entrada en vigor del protocolo social de Maastricht, que crea una Comunidad de 11 países, de la que se margina el Reino Unido, cuando se tratan temas sociales. Su primera utilización, anunciada por la presidencia belga para noviembre, significará la aprobación de una directiva que permite la creación de comités de empresa europeos en las multinacionales, a la que Londres se ha opuesto encarnizadamente. El empeño de 11 países por seguir avanzando en la legislación social europea ha dado lugar a frases desabridas de los representantes de Londres, que han vuelto a crear una atmósfera de aislamiento de los británicos, propicia a la búsqueda de soluciones alternativas a sus anuncios de nuevas ofensivas euroescépticas.

Recientes conversaciones entre el Gobierno italiano y la Comisión Europea han dado pie también a que se conociera un plan para reforzar las relaciones entre un grupo de países formado por los seis socios fundadores (Francia, Alemania, Italia, Bélgica, Holanda y Luxemburgo) más España. Este núcleo se fundamentaría en similares actitudes ante la construcción europea en la posibilidad de hacer políticas económicas coordinadas.

La iniciativa federalista se convertirá en obligatoria, según fuentes comunitarias, si el Reino Unido intenta realizar avances sustanciales en la ampliación de la CE sin reforma institucional alguna que evite la pérdida de la cohesión comunitaria, o si plantea la limitación de los poderes de las actuales instituciones comunitarias mediante el reforzamiento de los poderes del Consejo de Ministros y el recorte de los del Parlamento.

Aunque la batalla de la reforma de las instituciones debe plantearse en 1996, varios países han expresado ya su interés en avanzarla antes de la ampliación, e incluso se ha apuntado que puede ser uno de los puntos de discusión del Consejo Europeo que se celebrará en diciembre. Curiosamente, varios países han sugerido también esta idea (Francia, Alemania, España y Bélgica), que por sí sola abre la lista de lo que puede ser la formación del mencionado núcleo duro de la CE.

La entrada en vigor del Tratado de Maastricht permite la geometría variable inmediatamente, no sólo en el protocolo social, sino también en defensa común -de la que está excluida Dinamarca si no media una decisión en sentido contrario-, y en la Unión Monetaria -terreno en el que después de la sentencia de Kar1sruhe se puede entender que todos los países cuentan con la posibilidad de salirse- Fuera del tratado existe un cierto tipo de geometría variable en cuestiones como las fronteras, mediante la convención de Schegen, en la que no están incluidos Dinamarca, Irlanda y Reino Unido.

La preparación de una Europa a la carta, en la que sólo un grupo de países -el núcleo duro- estaría dispuesto a apuntarse a todos los platos, facilitaría la incorporación de los países que están negociando la ampliación: Austria, Finlandia, Suecia y Noruega. Estos países podrían renunciar a integrarse en las áreas de más dificIl aceptación por sus opiniones públicas, hoy día muy propensas a rechazar la entrada a la CE en los referendos que se organizarán el año próximo. Una opción similar podría abrir con mayor rapidez las puertas a los países de Europa central y oriental.

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Sobre la firma

Lluís Bassets
Escribe en EL PAÍS columnas y análisis sobre política, especialmente internacional. Ha escrito, entre otros, ‘El año de la Revolución' (Taurus), sobre las revueltas árabes, ‘La gran vergüenza. Ascenso y caída del mito de Jordi Pujol’ (Península) y un dietario pandémico y confinado con el título de ‘Les ciutats interiors’ (Galaxia Gutemberg).

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