Un idioma milenario arraigado en el pueblo
La sociedad gallega pretende vencer el desequilibrio lingüístico que hoy favorece al castellano
XOSÉ M. PALMERO Doce años después de la promulgación del Estatuto de Galicia y a diez años de la aprobación de la Ley de Normalización Lingüística, está lejos en la práctica la equiparación del gallego y el castellano. El proceso normalizador permitió avances significativos, pero, de hecho, el castellano mantiene sus ventajas y el bilingüismo equilibrado propugnado desde las instituciones no pasa de ser todavía una declaración de principios. Por ello, el director general de Política Lingüística, Manuel Regueiro, insiste: "Queremos vencer el desequilibrio, es decir, equilibrar en favor del gallego".
Es ésta una vieja historia. La de un idioma milenario obligado a sobrevivir, con el paso del tiempo, en condiciones absolutamente adversas. Todo jugó en su contra, desde los Reyes Católicos hasta el franquismo, con algún momento de recuperación o resurgimiento por medio. Reducido a lengua coloquial, de expresión familiar, habla de pobres y desheredados, de marineros y campesinos -"lingua proletariado meu pobo", escribió con acertada intención el poeta Celso Emilio Ferreiro-, ausente de documentos, libros y papeles, de la docencia, las oraciones y las sentencias, el gallego se mantuvo vivo al amor de la lumbre, en el calor del hogar, en la esfera de lo privado y, fundamentalmente, en los ámbitos rurales.
Pero sobrevivió y llega incluso a los albores del tercer milenio en mejores condiciones que otras lenguas. Una publicación de la Dirección Xeral de Política Lingüística, integrada en la Consellería de Educación, describe en porcentajes los niveles de conocimiento del idioma gallego: el 91,02% lo entiende; el 84,19% sabe hablarlo; el 46,86% sabe leerlo y el 32,97% sabe escribirlo. En esa publicación se afirma: "De todas las lenguas del marco plurilingüe del Estado español, con la excepción del castellano, el gallego es la única que presenta una vigencia mayoritaria en su territorio. Sondeos realizados en los últimos tiempos indican que casi la totalidad de la población gallega habla gallego".
Pérdida de hablantes
Pero más allá de esos porcentajes, la realidad indica que el gallego pierde hablantes en pleno proceso normalizador. Definido en el Estatuto como la lengua propia de Galicia, idioma oficial junto al castellano, protegido por los poderes públicos, el gallego logró presencia y proyección. Es la lengua usada en, los medios de comunicación de titularidad pública -radio y televisión de Galicia-, y a partir de 1984-85 accedió a ámbitos que le habían sido ajenos e incluso hostiles.
Uno de ellos, el educativo, vio cómo el estudio del idioma y la literatura gallega se: incorporaba al currículo y cómo el gallego se convertía, además, en lengua vehicular para dos asignaturas del área de sociales. "El objetivo es conseguir que el alumnado domine de igual forma las dos lenguas oficiales", afirma Manuel Regueiro. El director general de Política Lingüística se confiesa optimista, porque el gallego sigue siendo el idioma del pueblo, pero no deja de expresar su preocupación por el hecho de que entre los jóvenes, a pesar de la introducción del gallego en la enseñanza, se observe una cada vez más apreciable instalación en el castellano.
El profesor Xosé Rubal, autor de un libro sobre el gallego en la enseñanza pública no universitaria, aborda esta situación desde otra óptica: "Ocurre que el uso del gallego queda reducido a una representación formal, en una asignatura, pero no es la lengua de instalación en el centro. Los alumnos salen así con más o menos destreza en el manejo del idioma, pero salen también desgalleguizados", afirma en sus conclusiones.
Una opinión compartida por el profesor, escritor y editor Víctor Freixanes. "En la enseñanza ese proceso está en manos de minorías decididas a avanzar, pero con escasos medios y recursos y con pocos estímulos. Sobre el papel, la realidad del proceso es un hecho. En la práctica ocurre que ni siquiera se escolariza en gallego en el ciclo inicial a los niños de las áreas gallego-hablantes. Pero tampoco funcionan de hecho los servicios de normalización en gran número de ayuntamientos y la utilización del gallego es muy reducida o simbólica en los medios de comunicación de propiedad privada. Se ha dado algún paso en la Administración de Justicia, pero apenas se avanzó en la utilización de este idioma por parte de la Iglesia". Freixanes cree que el proceso normalizador necesita un "salto cualitativo" y que no puede quedar reducido al ámbito docente.
El director general de Política Lingüística reconoce que ese salto llegará. "Hemos completado una fase de adaptación convirtiendo en algo normal el hecho de hablar gallego. Está en marcha una fase de extensión y tendrá que llegar una tercera de valoración, que debe permitir un bilingüismo equilibrado".
Se ve, pero no se oye
Merche Espiño, de la Mesa pola Normalización Lingüística, cuestiona la eficacia del proceso: "Es cierto que el gallego recuperó usos y ámbitos, pero también lo es que está perdiendo hablantes porque no está debidamente protegido por las instituciones que lo utilizan litúrgicamente. El problema es que no se cumple la legislación, ni en la toponimia, ni en la enseñanza, ni en la Administración, donde el gallego se ve pero no se oye. El idioma necesita una defensa adecuada, una dignificación. Si las cosas siguen así, el futuro podría ser preocupante", afirma.
¿Y qué decir de las situaciones conflictivas? Hubo un proceso diglósico -desconsideración para el idioma gallego- que en algunos casos continúa, pero Manuel Regueiro afirma que ese conflicto está en fase de superación y que en general la situación de bilingüismo "es perfectamente aceptada". "Aquí no hicimos ni pensamos hacer inmersión lingüística como en Cataluña. Buscamos la riqueza idiomática, no el enfrentamiento idiomático", dice.
Víctor Freixanes coincide en este punto, pero entiende que hay que tener claros los objetivos: conocer y extender el gallego como lengua materna, sin discriminar al castellano. "Hay que avanzar para no retroceder", asegura.
"Mil primaveras mais para a lingua galega", pidió el gran Álvaro Cunqueiro.
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