Emocionante recital de Montserrat Caballé para celebrar los 25 años de su debú londinense
Marilyn Horne cantó con la soprano española en el Royal Festival Hall
"Es una noche muy especial", advirtió Montserrat Caballé tras saludar al público desde el escenario del Royal Festival Hall. Y continuó: "Celebro las bodas de plata de mi debú londinense". Las cerca de 2.500 personas que asistieron el sábado al recital de, la soprano española, cuyo programa no se dio a conocer de antemano, apenas contuvieron su emoción, porque Caballé dedi có una de sus actuaciones más calurosas y emotivas al mismo público que le ha ofrecido "numerosas noches entrañables". Marilyn Home no quiso perderse el homenaje y las dos divas cantaron juntas.
"Me siento emocionada y feliz", admitió a la salida del Royal Festival Hall; "es el público más adecuado para celebrar mi 25º aniversario". Acompañada al piano por Manuel Burgueras, la gran diva inauguró la velada con un aria de Mozart. Los aplausos resonaron con la fuerza de una explosión. Sonrisas y comentarios cariñosos del público respondieron a cada explicación de Caballé.Este regreso a Londres fue una buena ocasión para que Caballé pasara revista a su carrera artística. Y a lo largo de la noche la soprano rellenó su programa musical con anécdotas del pasado, desde que en el Carnegie Hall de Nueva York se ganó el reconocimiento internacional en el año 1965.
Caballé cantó un fragmento de Fausto y las demás sorpresas de esta velada tan especial no se hicieron esperar: Montserrat Martí, hija de la artista, interpretó un aria de Bellini sobre la que su madre comentó: "Pertenece a una ópera dedicada a la juventud y amor eterno". El recital de aniversario se convirtió de esta forma en una pequeña plataforma para el lanzamiento internacional de la joven, que lleva dos años preparándose para el canto. "El público londinense ha comprendido muy bien que mi hija es una estudiante", afirmó.
La voz de Martí agradó, pero la audiencia estuvo a punto de perder su compostura cuando la mezzosoprano americana Marilyn Horne subió al escenario. Horne y Caballé demostraron su buen humor antes de cantar el famoso dúo de Semiramide, de Rossini. La gran cola del vestido negro de Caballé entorpecía los movimientos de Horne. Un par de gestos cómicos resolvieron la situación. Caballé utilizó su larrgo atuendo como si de un capote se tratara, y hasta jugó y bromeó con pases toreros. Mientras tanto, el público no dejó de sonreír ante el desenfado de los mitos.
Si recientemente la crítica británica ha expresado sus dudas sobre las posibilidades actuales de Caballé, la audiencia se entregó por completo. Agradeció sus comentarios y se entusiasmó con cada aria de Donizetti, Bellini, Rossini y Puccini. Incluso celebró con gritos de bravos y aplausos ininterrumpidos las interpretaciones de fragmentos de zarzuelas que protagonizaron el segundo acto de la velada. Caballé estaba de buen humor y no cabían dudas de que era un acto muy especial para la artista. "En mi primera audición en Florencia", recordó, "me aconsejaron que me fuera a casa y tuviera hijos".
Caballé invitó luego al escenario a un ídolo de los británicos, el joven Michael Ball, para cantar un fragmento de El fantasma de la ópera. Poco después llegó el turno del repertorio español. Las castañuelas de un José de Udaeta rebosante de energía acompañaron a la soprano en arias de zarzuela y otros fragmentos del cancionero tradicional hispano, que fueron muy bien recibidas por el público británico. Maestro y soprano actuaron además de cantar.
"Tengo que descansar de la impetuosidad de este caballero", señaló Caballé. Y continuó entre las risas del público: "Voy a cantar un tema más tranquilo. Usted descanse sus castañuelas". Pero si Caballé estaba cansada, su voz apenas reflejó la presión de más de dos horas de recital. La soprano aguantó un repertorio, escogido en colaboración con los promotores, que le permitió lucirse. Tras unos solos de piano de El pinar del obrador, que le proporcionaron unos momentos de respiro, Caballé volvió a la carga con una voz intensa.
Como despedida llamó de nuevo a su hija al escenario. "Es un texto muy dificil", advirtió sobre lo que iban a interpretar. Madre e hija cantaron una pieza de Rossini que incluye, como texto, maullidos. El público abandonó el Royal Festival Hall sin poder aguantar la risa.
Babelia
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