Intolerancia
Cuando creí ya zanjados para siempre los sórdidos años de represión e intolerancia y confiaba (no sé si ingenuamente) en la democratización y apertura aun de las mentes más reprimidas y retrógradas del país, de golpe y porrazo caigo en la cuenta de que no. Me explico: encontrándome el 15 de septiembre en la playa de La Barrosa, de Chiclana, Cádiz, tomando el sol apaciblemente, de súbito, una señora, por llamarla de alguna manera, me increpó encolerizada: "O se pone usted la parte superior del biquini por las buenas o a palos", aderezando la amenaza con una disertación sobre la moral y la decencia contra las que yo atentaba.Me quedé estupefacta, y mi pareja intentó, en un alarde de mesura altamente encomiable, hacerla razonar, ante semejante ataque a mi libertad, pero fue en vano, y en determinado momento aparecieron sus "niños", dos individuos con aspecto de matones baratos, profiriendo todo tipo de insultos y amenazas de la más baja estofa y dispuestos a ejercer la violencia contra nosotros hasta límites insospechados.
El sentido común nos dijo que no cabía otra cosa que marcharnos, y así lo hicimos, leyendo de paso las pintadas que proliferan en la playa insultando a la madre de los extranjeros y frases como "¡la playa es nuestra!", etcétera. Esto, unido a lo anterior, nos despejó la incógnita de por qué, siendo La Barrosa una hermosa y limpia playa, proliferan como hongos los chalés con el cartelito "se vende" y a precios francamente baratos.-