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Francisco Ayala, un autor fascinado por la inteligencia de los otros

Enriqueta Antolín publica un largo diálogo con el escritor

Ya se han acabado las obras en casa del escritor Francisco Ayala. No es una noticia, pero la sombra de esos tres pisos sin ascensor durante casi un año y la secuela de polvo blanco de la restauración de la escalera de Marqués de Cubas son temas recurrentes en este Ayala sin olvidos, la larga conversación que Francisco Ayala, de 87 años, ha mantenido con Enriqueta Antolín, que abre la colección Memoria de la Vida, de Espasa Calpe, y que estos días se pone a la venta.

En Ayala sin olvidos se recogen testimonios y opiniones que Ayala no había acabado de concretar nunca, esos olvidos voluntarios que Enriqueta Antolín había ido rastreando en la obra del escritor. Y se habla de personajes como Gabriela Mistral, Benavente o Trujillo, o de Pérez de Ayala, al que se alude continuamente en el texto, pero del que no termina Ayala de hacer un juicio. Al menos, no tan contundente como los otros. "Pérez de Ayala es una de mis debilidades", dice ahora Ayala. "Y es que sus defectos, o lo que sean, me divierten, no puedo evitarlo: la inteligencia ajena me fascina y me inclino delante de ella. Y Pérez de Ayala, que era un personaje muy especial, era extremadamente inteligente. Y muy temido por ello".El lector del libro verá que por los otros citados, y muchos más, no siente ninguna debilidad Ayala. "Pero no se trata de chismorreo ni murmuración: eso no me divertiría nada. Además, la crítica no supone desafecto ni rechazo. Y además, pienso, el afecto no es obligatorio".

Y es que Ayala no puede soportar la estupidez ni la crueldad. Ni la mezcla de ambas, tan común en el mundillo literario, de entonces y de ahora. "Creo que hay valores inflados, es decir, falsificados. Quizá ha pasado siempre, pero la industria cultural, tan poderosa, y los medios de comunicación actuales multiplican las tentaciones demoniacas al escritor: el dinero -aunque nunca sea gran cosa- y la fama; la popularidad, que parece halagar a muchos, aunque a mí me desagrada. Esta máquina falsifica lo que puede ser auténtico".

Aparece Ayala en este libro que investiga su personalidad de una manera muy cotidiana. "Y eso está bien", dice, "porque yo, por mi carácter o por las circunstancias, o por todo junto, produzco una especie de alejamiento de la gente. Alguien me ha dicho que doy miedo, y eso me da miedo a mí". Marca la distancia entre él mismo y ese personaje creado por Enriqueta Antolín, que también es él, y eso da pie para una reflexión que ya comienza en su prólogo al libro. "¿Que si me reconozco? Sí, claro, y también no. Si muchas veces no me reconozco a mí mismo, así, directamente. Es un problema sin solución". Y luego dice: "El plan es el de ella, y la responsabilidad, también. Yo he sido el objeto, y eso siempre produce cierta extrañeza. Mira, este libro plantea un problema del que los periodistas deberíais ser siempre conscientes: el de la falsa literalidad. Lo que se habla nunca es idéntico a lo que se escribe. Llevar al papel una entrevista implica interpretar y escribir. Y aun cuando uno no se reconociera, eso no le quitaría autenticidad".

"Es el eterno diálogo entre lo ficticio y lo real", sigue Ayala, "del que la relación entre lo real y lo literario no sería más que un ejemplo práctico. El texto real no es nunca real. Es más, yo pondría las cosas al revés: la realidad está constituida por el lenguaje, por los distintos lenguajes. No se vive ni se comprende algo hasta que no se formula, aunque sea internamente. Al formularlo lo modificas, y más si utilizas esa realidad para una ficción. Pero siempre se trata de lenguaje. La realidad está sostenida por la imaginación y formulada por el lenguaje".

La creación poética

Efectivamente, Ayala es ese escritor en el que las fronteras entre la ficción y la no ficción se entrecruzan y adelgazan en todos sus escritos. "Hay escritores que son artistas puros, que parecen crear sin pasar por la mente. Pueden ser genios, algunos lo son. Yo no soy de ese tipo de escritor. Yo añado la crítica siempre, una crítica consciente de que lo esencial es subconsciente. Lo esencial es la creación poética, en el sentido griego de la palabra". Y es, y se ve en este Ayala sin olvidos, de una lucidez a veces escalofriante, seguramente eso que dice él que "da miedo".Enriqueta Antolín, periodista y novelista, asegura que, más allá de su inteligencia, "que es una luz", le ha impresionado de Ayala "la enorme piedad por el género humano". Lo que hace en este libro es mostrar esa piedad en sentido fuerte, y también "ese sarcasmo que oculta la piedad". Una mirada lúcida y una solidaridad que no puede engañarse.

"Después de revisar toda su obra, incluso los ensayos sociológicos y literarios, me propuse", dice Enriqueta Antolín, escribir un libro sobre la realidad humana que se estableciera entre nosotros, a lo largo del proceso de conversaciones, y así se lo planteé a Ayala. Era una aventura, era vivir el libro. Él lo aceptó, yo creo que le divertía. Y aquí está". Aquí está y se lee como una novela, en la que está Ayala y en la que está Enriqueta Antolín, "una chica de provincias que vino a Madrid a buscar lo que estaba prohibido y que sabía que existía y que era una librería. Y allí estaba Ayala".

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