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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Protección frente a proteccionismo

EL GOBIERNO parece haberse convencido de la necesidad de abordar políticamente, es decir, de manera global y duradera, los complejos problemas de la producción y del mercado audiovisual. Y es que dichos problemas desbordan las fronteras de cada país comunitario en particular. Al menos desde 1992 no puede hablarse ya de cine y de audiovisual español más que como parcela del comunitario. La reunión que han mantenido ayer los ministros de Cultura de la CE para debatir una posible postura unitaria ante la inminente entrada del mercado audiovisual en las conversaciones del Acuerdo General sobre Aranceles Aduaneros y Comercio (GATT) lo pone de manifiesto.Gana terreno en la opinión profesional el enfoque que induce a rechazar en los debates del GATT la consideración del cine y el audiovisual como "mercancía de servicio" -que es la postura estadounidense- y aplicarles la "cláusula de excepción cultural", lo que abriría camino a leyes y estrategias administrativas destinadas a proteger el mercado audiovisual comunitario contra la competencia estadounidense. Precisamente porque la abrumadora fuerza expansiva de ésta -ocupa más del 80% del volumen del mercado europeo- está cimentada, tanto o más que en su alto nivel de producción, en su dominio de las redes de penetración en los mercados extranjeros; un dominio complementado por una férrea autoprotección de su mercado interior.

En este marco, las llamadas de Jack Valenti -presidente de la Motion Pictures Association of America (MPAA), que mueve los hilos del comercio audiovisual estadounidense- al principio de la libertad de mercado y su acusación de proteccionistas a los Gobiernos comunitarios que adoptan la citada "cláusula de excepción cultural" para sus productos audiovisuales suenan en los oídos de la profesión cinematográfica europea como "un discurso de Keynes traducido al italiano por Al Capone", según expresión feliz del cineasta Robert Altman en el festival de Venecia.

¿Qué o quienes impiden en Estados Unidos que filmes o series televisivas europeas de gran audiencia mundial -como Decálogo, Fanny y Alexander, Los visitantes, Las mejores intenciones, Mujeres al borde de un ataque de nervios o La familia, entre muchas- se doblen y exhiban en las grandes redes estadounidenses? ¿Por qué sólo el 2% de la población de Estados Unidos ha asistido alguna vez a la proyección de alguna película extranjera? Responde el productor francés Toscan du Plantier: "No se trata de que el 98% de la población rechace nuestras películas, sino que nadie se las propone. Es el sistema de difusión el que margina en Estados Unidos el cine del resto del mundo". Dificil, por no decir imposible, resulta refutar la evidencia de que en este sector el verdadero proteccionismo está en Estados Unidos y de que la aplicación de la "cláusula de excepción cultural" sería, si llega a consumarse, una medida de protección contra ese proteccionismo.

El negocio audiovisual ocupa en Estados Unidos, tras la industria aeronáutica, el segundo lugar en fuente de creación de divisas. Es razonable por ello que sus responsables establezcan para su desarrollo una estrategia expansiva, pero deja de serlo si esa estrategia vulnera las reglas de juego de una libertad de mercado que predican y no practican. Y las vulnera porque esa estrategia tiende, por un lado, a anular la existencia de competidores y, por otro, a confundir expansión con ocupación y, por tanto, a sustituir la competitividad por una dinámica de invasión.

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