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Muere Gordon Douglas, oscuro genio del Hollywood clásico

El director cinematográfico Gordon Douglas, nacido el 15 de noviembre de 1909 en Nueva York, murió el pasado miércoles en un hospital de Los Ángeles. Le faltaban dos meses para cumplir 84 años y hacía más de una década que estaba apartado de su oficio. Su última película Viva Knievel es de 1977. No fue nunca un director estrella. Su nombre sólo fue y será pronunciado por historiadores y profesionales dell cine, sin que traspasara las fronteras de la complicidad de los cinéfilos. Se le consideraba un director amanuense, y lo era; un artesano al servicio de los encargos de los estudios, y lo era.Pero si se hurga en su extensa filmografía, en la que hay más de cincuenta largometrajes realizados a lo largo de cuatro décadas, se encuentran algunas obras de talla artística excepcional. Baste con citar estos tres filmes de excepción: un hondo y duro western realizado en 1964 y titulado Río Conchos, protagonizado por el gran Richard Boone sobre un guión de Clay Huffaker que hoy se estudia con lupa en las escuelas de cine de las universidades norteamericanas; la humilde y portentosa La humanidad en peligro, realizada con un presupuesto mínimo en 1954 y convertida ahora uno de los filmes fundamentales de la historia de la ficción científica, en el que una explosión atómica provoca una mutación genética en las hormigas del desierto de Arizona, que padecen un enorme crecimiento que les convierte en gigantescas máquinas de matar; y el amargo y pesimista thriller, realizado en 1968 y considerado uno de los más cáusticos y densos de la historia del género, El detective, que lleva dentro un trabajo magistral de Frank Sinatra.

Se pueden añadir otras obras que rozan la perfección, como Solo el valiente (1951), un western protagonizado por Gregory Peck; otra película del Oeste de gran talla: Quince balas (1958), y una larga serie de películas de todos los géneros y modelos, realizadas con total maestría de oficio, infrecuente economía expresiva y una gran cercanía entre lo que buscan y lo que encuentran.

En su caso, un cineasta que se formó a finales de los años veinte y primeros treinta en los estudios Hal Roach -la legendaria Fábrica de la risa- al servicio, como guionista y gagman, de algunos eminentes cómicos del cine mudo, como Harry Langdon y la pareja Stan Laurel-Oliver Hardy. Douglas debutó precisamente como director de largometrajes en 1939 con Zenobia, filme en el que reunió, ya en su decandencia, a los tres célebres cómicos antes citados.

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